miércoles, noviembre 30, 2011

Misiones de Chihuahua

Después de darle vueltas al asunto, decidí retomar el libro "Misiones de Chihuahua. Siglos XVII y XVIII" de Zacarías Márquez. Lo compré hace un año en los puestecillos de la facultad de Filosofía sin saber bien a bien de qué hablaba, el puro título me hizo considerar adquirirlo. Y la verdad, después de empezar a leerlo estuve a punto de arrepentirme porque poco entendía yo de lo que hablaba... y no lo terminé.

Se trata de una investigación sobre la obra misional de las órdenes religiosas que llegaron a los territorios del actual estado de Chihuahua; habla de los jesuitas y de los franciscanos, de frailes y de indios "bárbaros", de rebeliones, matanzas y la explotación de nativos que los blancos tuvieron a bien ejecutar para extraer minerales preciosos en la región. 

Saltan años, lugares, términos que no sé qué significan. Está plagado de notas al pie de página indicando de qué archivos o fuentes se sacó tal o cual información... Todo un trabajo de investigación documental, y que no estoy acostumbrada a leer.

Pero, como dije antes, decidí agarrarlo otra vez. Pero en esta oportunidad tengo algunas preguntas en mente: 

- ¿por qué los misioneros españoles decidieron ir a esas tierras a evangelizar? 
- ¿qué los motivó? 
- ¿sabían lo que había allí? 
- ¿cómo entendían su trabajo? 
- ¿qué lugar tuvieron en este proceso las esferas político-económicas?

Y actualmente:

- ¿qué vestigios encontramos ahora sobre lo que hicieron esos hombres? 
- ¿qué señas y rastros hay?  ¿los hay?
- ¿cómo puede ayudarme esto para comprender la realidad de este estado?

Sinceramente, no creo poder responder todas estas preguntas, pero me ayudarán a mantenerme atenta y despierta durante la lectura.

Algo de ventaja que le he encontrado es que tiene mapitas y unas fotillos al final; cosa que agradezco, porque necesito algo más gráfico para ubicarme en el espacio y entender mejor. Además, estar revisando constantemente un mapa de Chihuahua puede traer buenos resultados en el largo plazo.

Espero muy pronto compartir respuestas y nuevas preguntas de esta lectura.

jueves, noviembre 24, 2011

Pensando en "ellos"

Estoy por irme a dormir, y reconozco que estoy a punto del colapso por el cansancio, pero quiero escribir un poco.

Pienso que la vida está llena de contrastes; yo misma puedo ser un contraste: luz y sombra, Él y yo. Y de no ser por eso, no podría avanzar, crecer, madurar. ¿Cómo podría saber si me estoy acercando más a Él o si me estoy alejando? ¡Necesito un punto de comparación! 

Ahora estoy en medio de un contraste: mi cansancio físico y mental, que es inevitable porque mi cuerpo es frágil, y porque soy finita; frente al gozo de escucharlos y saludarlos, precisamente a ellos, los que están más lejos. Yo aquí, y ellos allá; pero Él con todos nosotros.

¡Es inevitable la sensación de tener el corazón dividido en dos! Y eso me hace sufrir: amo a quienes tengo cerca aquí, los miro, los escucho y anhelo que crezcan, que se desarrollen, que tengan sus raíces firmes en Cristo. Pero también tengo en el pecho el anhelo de estar allá, caminar de cerca con ellos, soñar juntos con lo que Dios ya está haciendo.

A veces imagino que así se sentía Pablo cuando pensaba en los efesios, en los colosenses, en los tesalonicenses: él estaba lejos, y les escribía para enseñarles, animarles y exhortarles. Les hablaba de cuántas gracias daba a Dios por ellos, por su fe, por su amor a Cristo y al evangelio, por su servicio a los santos; y cada vez que leo esas gratitudes libero un gran suspiro, porque también doy infinitas gracias a Dios por ellos.

¿Cómo es que los estoy amando así? Es la pregunta que me da vueltas desde hace un mes... ¿cómo puede ser posible? Sólo puedo reconocer que no proviene de mí; proviene de Dios mismo, que los ama profunda y plenamente.

Una noche más me iré a dormir, no sin antes mirar la fotografía en mi escritorio, recordarlos y pedir al Señor que siga guardando sus almas, que sigan madurando en la fe y que sigan creciendo en el conocimiento del amor de Cristo nuestro Señor.

lunes, noviembre 21, 2011

Aprendiendo sobre el Señorío de Cristo

Durante el último mes estuve leyendo un libro ameno e interesante, el cual habla sobre el Señorío de Cristo y lo que éste implica en nuestra vida cotidiana. Aunque breve, el contenido es sustancioso y enriquecedor.

Cotidianamente he escuchado en la iglesia y en el ministerio estudiantil que Jesús es Señor; incluso, en nuestras oraciones decimos "Señor, te rogamos... te agradecemos... te alabamos". Pero, ¿en verdad comprendía yo la magnitud de decir que Cristo es Señor?

La clásica escena que pensaba era la de los primeros cristianos perseguidos por el Imperio Romano: frente al estandarte del César lo esperado era que dijeran "César es Señor", pero ellos se atrevían a decir "Jesús es Señor". Conmovedor, pero en el siglo XXI eso puede quedarse en mera historia antigua.

Pues bien, Jorge Olivares me ayudó a visualizar mejor las implicaciones de decir que Jesús es Señor. Primero, aclara que esto de someterse al señorío de Cristo es un proceso durante el cual aprendemos y desaprendemos, luchamos y fallamos; pero contamos con el recurso de la gracia, que nos permite continuar.

Tres puntos que llamaron mi atención:

1. El Señorío implica intimidad. Cuando pensaba en autoridad o señorío venía a mi mente la imagen de un hombre grande y gruñón, que sólo le importa ser obedecido sin chistar. Esa imagen no era agradable, y me costaba trabajo relacionarla con mi Salvador amoroso. Menos mal que no se trata de eso: Jesús es Señor, y sí busca obediencia, pero no es autoritario. A él le preocupa más lo que soy que lo que hago, y espera de mí no sólo una obediencia intelectual, sino una relación de intimidad. Él mismo puso ejemplo al someterse al Padre y obedecerle hasta la muerte en la Cruz, ¡y ambos tienen una profunda relación de amor genuino!

2. Jesús es Señor en el mundo espiritual. Creo que parte de mi cosmovisión evangélica está fuertemente influenciada por la tradición presbiteriana, que no profundiza mucho en los asuntos tocantes al mundo espiritual. A veces, pareciera que "eso" es mero emocionalismo y nada tiene que ver con nosotros. Triste la cosa, porque entonces omitimos cosas importantes como el hecho de que Jesús tiene todo el poder y de que tener miedo puede ser algo que nos lleve a no cumplir la Voluntad de Dios. Inclusive, se nos olvida que Satanás está al acecho, esperando la perfecta oportunidad en cualquier fractura para entrometerse.

Al decir que Jesús es Señor en lo espiritual, no sólo reconocemos esto: reconocemos que Él es sobre Satanás y sobre el mal; lo que nos lleva a confiar que su obra en la Cruz los ha derrotado y no debemos tener miedo.

3. El Señorío de Cristo también incluye a nuestra comunidad. "Presentar el señorío de Cristo a nuestra ciudad es mostrar su amor, es interceder por situaciones cotidianas y extender el reino con actos de amor del Padre" (pág. 101). Sí, tenemos el llamado a evangelizar, pero eso incluye testificar el amor de Dios con nuestro prójimo. Sinceramente, no estoy muy segura de que entregar un folleto sea un acto que exprese en sí mismo amor; ¿cómo le hacemos entonces? Tal vez, en lugar de llegar a recitar las mil-ocho-mil leyes espirituales, podríamos interesarnos por saber cómo se llama la persona y escucharla un poco, conversar y dejar de pensar que debemos "ganar su alma" como si se tratara de bonos acumulativos.

Leer los periódicos puede ayudarnos a conocer lo que están viviendo las personas, y buscar ideas creativas que muestren el amor del Padre y acerquen el reino de Dios a las personas. Hay tanto qué hacer...

Así que les dejo la recomendación de este libro, que me ayudó a comprender más integralmente el Señorío de Cristo en mi vida, y que me desafió a aceptar a Jesús como Señor mío día a día. 

Ficha bibliográfica:
Olivares, Jorge (2009). Quiero que seas mi Señor: el señorío de Cristo en la vida cotidiana. Buenos Aires: Certeza Argentina. 138 p.  

sábado, noviembre 19, 2011

En la espera

"La espera enseña y te acerca a Dios".

Esta frase la tomo de un amigo colega en la Obra. Y lo hago porque me ha dejado pensando que estoy en eso: en la espera.

No sólo es la espera de un hombre con quien compartir la vida; también es la espera del momento en que reciba mi titulo, no como algo que me enaltezca, sino como testimonio de la fidelidad de Dios durante mi tiempo de estudiante. La espera del tiempo en que estaré en el lugar del cual me enamoré hace un mes, y en el cual quiero sembrar e invertir parte de mi vida.

La espera. Ese proceso que tanto nos cuesta trabajo pasar a los seres humanos, más si estamos inmersos en un contexto donde las cosas son rápidas, porque "hay que ahorrar tiempo"... ¿para qué?

En la espera no "ahorramos". Invertimos tiempo y muchas otras cosas. Si ahorramos, sólo depositamos algo, tal vez lo que nos sobre, para usarlo después cómo mejor nos plazca. Pero si invertimos, tenemos que trabajar porque la idea es ver un fruto, no sólo acumulación. Eso requiere esfuerzo, sudor, y seguramente dolor.

Sé que puede ser muy capitalista esta idea, pero me he quedado pensando en eso de la espera y lo que implica: no es "no hacer"; esperar tiene que ver con alguna certeza, algo que ocurrirá porque antes hubo un proceso de preparación o algo similar.

Esperar tiene que ver con tener esperanza. O más bien al revés: la Esperanza tiene que ver con la espera. Los que hemos creído en Jesús, tenemos esperanza porque estamos esperando que Él regrese... y lo hacemos con la convicción de que así será, porque Él lo prometió.

La espera nos acerca a Dios. Como no podemos con nuestras ansias y desesperación, necesitamos enfocarnos en Aquel que cumple sus promesas. Acercarnos para seguir alimentando la esperanza, para tomar aliento y mantener firme la esperanza. Dependemos de Él, de su fidelidad, de su gracia... ¡porqué nos des-esperamos!

Estoy en la espera, no sólo de las cosas que arriba dije. Estoy en la espera de Jesús, de su regreso... porque es lo único verdaderamente valioso que me hace seguir esperando en esta vida.

sábado, noviembre 05, 2011

Pequeños grandes frutos

Hoy tuvimos un evento de capacitación en la ciudad, como cada semestre. Empezamos tarde porque no llegaban estudiantes. Creo que algunos llegamos a preguntarnos qué estaba ocurriendo; si bien recordé que los eventos masivos son espacios para que los estudiantes (particularmente los que organizan) sigan siendo formados, no puedo negar que en algún momento estuve un poco desconcertada por la situación.

Pero incluso los asesores somos formados, porque a veces nos toca ser quienes conserven la calma para animar al estudiante (¡ahora veo que no es tan sencillo!). Así que, sólo me quedó seguir confiando en el Señor.

Arrancamos y un estudiante tuvo la tarea de presentar al movimiento estudiantil: fue hermoso escucharlo. Y lo fue porque declaró que, investigando la misión y la visión de Compa, comprendió mejor lo que hacemos y se preguntó sí él estaba haciendo eso en su escuela; ... ¡Aprendió qué hacemos en Compa! Y no sólo eso, ¡abrazó con más fuerza la misión! En ese momento entendí que, aunque la asistencia no fue la esperada, tuvimos frutos: un líder más comprometido con Jesús y la misión en su escuela.

Por otro lado, los jóvenes del CCH (bachillerato) compartieron lo que hicieron en su escuela para evangelizar: ¡una contra-ofrenda! Los chavitos hicieron un sketch donde explicaban que valores como el amor, el perdón, la confianza y la paz habían muertos, pero sólo Jesús podía re-vivirlos. ¡Caramba, qué alegría escuchar sobre la creatividad estudiantil!

Aunque no tuvimos 100 asistentes, el Señor nos concedió en su gracia mirar algunos frutos del trabajo en la ciudad. Pienso que los números pueden ser importantes, pero si no están bien cimentados y firmes en la misión, de nada sirven. 

Por hoy, me siento feliz de saber que un estudiante ha estudiado, comprendido y abrazado la misión estudiantil de manera más clara que antes; también porque tenemos estudiantes creativos que siguen buscando compartir el mensaje de Jesús.  ¡Eso es para celebrarse!

viernes, noviembre 04, 2011

El Espíritu de oración

Desde hace un par de semanas, he empezado a incorporar a mi tiempo devocional la lectura de algunas poesías. El libro que estoy usando se llama En comunión con lo Eterno de Francisco E. Estrello.
Hoy me topé con el siguiente texto; la verdad, me llegó...

El Espíritu de Oración.
Fenelón. 

No te desanimes por causa de tus faltas; condúcete contigo mismo, al corregirlas, como lo harías con tu prójimo. Deja a un lado ese ardor mental que deja exhausto tu cuerpo y que te hace cometer errores. Acostúmbrate gradualmente a llevar la oración a todas tus ocupaciones diarias. Habla, actúa, trabaja en paz, como si estuvieras en oración, como ciertamente debes estar.

Haz todo sin ansiedad, en espíritu de gracia. Tan pronto como te des cuenta de que tu natural impetuosidad está resbalando, retírate quietamente a tu interior, donde está el reino de Dios. Escucha únicamente la dirección de la gracia, y entonces no digas ni hagas nada más que lo que el Santo Espíritu ponga en tu corazón.

Descubrirás que te tornas más tranquilo, que tus palabras serán más pocas y más eficaces, y que, con menos esfuerzo, podrás lograr más bien.

No es cuestión de una lucha perpetua del entendimiento, lo cual sería impracticable, sino cuestión de acostumbrarse a una paz en la cual consultarás fácilmente a tu amado Señor acerca de lo que es tu deber. Esta muy sencilla y corta consulta se efectuará más fácilmente que los ansiosos y tumultuosos debates que usualmente entablamos con el yo, cuando nos dejamos vencer por nuestra natural impetuosidad.

Cuando el corazón se haya vuelto ya hacia Dios, podemos fácilmente formar el hábito de suspender los movimientos naturales del sentimiento ardiente, y de esperar el momento en que podemos obrar bajo el impulso de la gracia de Dios.

Te exhorto a procurar adiestrarte en esta dependencia de la voz interior, y entonces toda tu vida se convertirá gradualmente en una oración. Puedes sufrir, pero sufrir en paz es solamente la mitad del sufrimiento.