martes, junio 05, 2012

Detente, pregunta y anda

Paraos en los caminos y mirad, y preguntad por los senderos antiguos 
cuál es el buen camino, y andad por él; y hallaréis descanso para vuestras almas.
Jeremías 6:16

Me tomé un fin de semana de descanso fuera de la ciudad. Yo sentía que si no lo hacía, no llegaría al siguiente sábado. Era esa sensación de querer detenerse y desaparecer un poco del mapa, no sólo para dormir "a pierna suelta", también para hacer cualquier otra cosa que no fuera el trabajo o la Uni.

Dios proveyó, y fue genial. Unos buenos amigos ofrecieron su casa y me dejaron hacer (o no-hacer) lo que quisiera. Me conformé con una meta particular: tomar un libro de su biblioteca y dedicarme a leerlo completo en esos días. Y así fue el sábado y casi todo el domingo, me tiraba en la casa o en la sala y leía; alguna pausa para comer e ir al baño, pero volvía a mi deliciosa tarea.

Para la tarde del domingo, me invitaron a tomar un café. Sutilmente me decían que ya era hora de salir "al mundo exterior", para despabilarme un poco más. Acepté sin reprochar y fuimos. Ahí empezó todo...

Surgió una charla que se prolongó hasta la noche, y continuó hasta el día siguiente. Mucho tuvo que ver con mis preguntas y las preguntas de mis amigos para saber cómo estaba yo en el ministerio y en la vida. Y (re)descubrí algo: la experiencia de quienes nos han precedido es sumamente valiosa. Ellos y ellas ya recorrieron parte del camino, ya se han equivocado y han sacado lecciones que pueden ahorrarnos muchos problemas y dolores de cabeza.

Descubrí que, hasta ese momento, tenía la falsa idea de que mi visión de las cosas no era tan estrecha, que tenía todo "fríamente calculado". Pero me encontraba en el terreno de mi propia prudencia y entendimiento, cuyo suelo no es seguro, pues se parece más a arenas movedizas. En cambio, al escuchar a mis amigos encontré aspectos que no había considerado: tiempo, visión, compromiso, dependencia del Señor, escuchar a otros.

En una palabra: HUMILDAD. Es interesante porque para encontrar un camino seguro, lo menos útil es la confianza en uno mismo.

El descanso que encontré este fin de semana no sólo fue físico. De forma sorprendente encontré reposo también al preguntar mis inquietudes específicas y al escuchar observaciones precisas y amorosas sobre las mismas; encontré reposo al reconocer que algo no estaba bien conmigo respecto a mi forma de mirar esta transición (y posiblemente eso empezaba a ser carga extra). 

Al llegar a casa, miré de nuevo el versículo en mi pared, Jeremías 6:16 (aquel que cité al inicio) y le encontré más sentido. Para andar por las buenas sendas, es sabio y necesario detenerse, preguntar (¡y escuchar!), y andar confiando en Jesús. Sólo así encontraremos descanso para nuestras almas.