lunes, diciembre 02, 2013

¿Qué es lo que te apasiona?

Ante las dudas y los miedos, esta pregunta ha sido clave. 
¿Qué es lo que me apasiona, qué es lo que me hace feliz?


Conocerle más a Él

Meter las narices en Su Palabra y encontrarle

Animar a otros a encontrarle en Su Palabra

Enseñar a otros

Caminar con los estudiantes, verlos crecer

Estudiar y leer

Escribir

Soñar con el Reino, aquel que ya se inauguró y que está por consumarse...


Entonces... 

¿Por qué te abates, alma mía, y por qué te turbas dentro de mí?
Espera en Dios, pues he de alabarle otra vez.
¡Él es la salvación de mi ser, y mi Dios!
Salmo 42.11


sábado, noviembre 09, 2013

Llegué a los veintiséis

Este pino lo conocí pequeñito en 2009,
en mis primeros meses de discípula.
¡Fue lindo verlo tan grande!

Así es. Ya pasó el famoso "primer cuarto de siglo", con sus expectativas, luchas, llantos, alegrías, sorpresas y preguntas. No recuerdo un año como ése, tan peculiar, tan... tan... diferente. Y pienso que llegué a los veintiséis arañándolos -- ¡pa' que se den una idea de cómo batallé!

Los veinticinco llegaron con ilusión y emoción, con el entusiasmo pisando el acelerador, aunque eso no significa que no reflexionara sobre la etapa de adultez joven que ya me toca transitar. Pero conforme pasaron los meses surgieron nuevos desafíos, consecuencia de varios cambios (algunos inminentes, otros inesperados): el examen profesional y el conclusión definitiva de mi etapa universitaria; un viaje de cinco semanas fuera de mi país; renovar el compromiso en el ministerio estudiantil por dos años más; iniciar una relación de noviazgo...

Cada uno de estos cambios trajo sus propios desafíos y preguntas:


  • ¡Ya me titulé! ¡Qué alegre! Pero... ¿y ahora qué sigue? ¿la maestría? ¿dónde, en qué?
  • ¡Qué padre viajar al extranjero! Conocer un país diferente es muy enriquecedor... pero puede dejarte muchas dudas acerca de la forma en que se hace política en tu país, en que se piensa el desarrollo social y se entiende la democracia... ¿por qué mi país está como está? ¿por qué no puede estar un poco mejor?
  • Renovar compromiso por dos años más, e ir a un encuentro continental puede animar a muchos a mi alrededor... pero también generó en una crisis con preguntas bastante serias¿qué estoy haciendo aquí? ¿esto es lo que quiero hacer en el mediano plazo? ¿en verdad puedo servir en esto?
  • ¡Qué bello iniciar un noviazgo con alguien que te gusta y admiras! Muchas personas a mi alrededor se han alegrado conmigo y hasta dicen que me veo enamorada... pero también hay dudas y que no siempre son cómodas: ¿estamos donde deberíamos estar? ¿podremos construir un proyecto común? ¿qué hacer si no funciona como imaginamos?

Los arcoiris siempre animan mi esperanza en Él
Todo esto brotó en medio de un proceso de replanteamiento y renovación de mi relación personal con Él, que no ha sido fácil por esa sensación de incertidumbre que puede engañar y hacerme creer que se ha alejado o que ya no me mira igual. He tenido que mantenerme en la línea de batalla, aguantando, resistiendo por no renunciar.

Ha sido cansado aferrarse a la esperanza. Ha sido necesario ser paciente y tener fe para mirar hacia aquello que aún no puedo mirar a pesar de lo evidente: mi fragilidad, mi debilidad, mis fallas, mi propio dolor y decepción. Pero así es como estoy aprendiendo que seguirle tiene un costo, y que en verdad esta vida de discípula es una lucha, una carrera de resistencia.

Por eso digo que llegué los veintiséis arañándolos, para expresar la lucha que estoy manteniendo y que espero ganar. No lo haré con mis propias armas y estrategias porque, en realidad, sólo soy militante de un gran ejército que sigue avanzando a casa; así que no voy sola, soy parte de una comunidad que extiende su mano para animarme o me aparta para cuidarme cuando salgo herida.

Gracias al Creador que me concede un año más de lucha y resistencia. Ruego que también me conceda el amor, la paz, la fe y la paciencia necesaria para continuar.

Y para quitar el tono "serio", una canción que expresa bien mi gratitud a Dios por la vida :)


lunes, septiembre 30, 2013

Señor, yo no te pido

Gaspar Garza y Garza

Señor: yo no te pido que me aísles de los quebrantos de la hora crítica; lo que te pido es que, con humildad, y sencillez de corazón, me permitas ir siempre asido de tu mano a través de este valle de sombras.

Yo no te pido que hagas disipar las densas sombras que cubren mi camino; lo que te pido es que, cual antorcha luminosa y sagrada, hagas arder mi corazón para así convertir el negror de mi senda en la claridad de la aurora.

Yo no te pido que el dolor huya de mí, que el padecer me abandone para siempre; lo que te pido es que con cada queja me envíes una esperanza, y con cada lágrima un reflejo de tu presencia eterna.

Yo no te pido que la frialdad de ánimo no visite mi morada; lo que te pido es que, con el fuego ardiente de tu altar, enciendas mi alma para que conserve su calor ante el más frío de los embates.

Yo no te pido que la sombría incertidumbre no circunde mi cámara; lo que te pido es que, aunque todos duden, yo en Tí crea.

Yo no te pido que mi vida esté exenta del cruel desprecio; lo que te pido es que todo lo que a mi alma hiera como todo lo que a mi alma eleve, me incline en todo tiempo a acercarme más a Tí.

Yo no te pido que el indigno deseo no agite el mar de mi calma; lo que te pido es que con esa fuerza que sólo Tú das, me permitas permanecer fiel sobre la roca inconmovible del temor a Tu nombre.

Yo no te pido "que me quites del mundo, sino que me guardes del mal".

Una oración-poesía que Él pone en mi camino, para animarme a orar con honestidad y transparencia. Una bella respuesta a mi clamor anterior. No me está sacando del hoyo, pero es suficiente para seguir luchando por confiar y creer.




viernes, septiembre 27, 2013

Tengo poca fe ante el futuro, Señor

Mantener la fe ya no es una cuestión de obediencia: ¡es una cuestión de vida o muerte!

Desde hace semanas siento que traigo la fe arrastrando por el piso. No es fácil creer que todo irá bien cuando ves que el mundo se resquebraja pedazo a pedazo, cuando escuchas a diario que la perversión y la corrupción se multiplican, que se extienden cuál levadura en una masa para hacer pan, causando que la misma se infle cada vez más y más y más… ¡uno no sabe cuánto tiempo se necesitará para que estalle!

Me cuesta trabajo mirar el porvenir propio, es decir, mi futuro como persona con serenidad y confianza. Perdóname Señor, sé que estoy dudando. Las circunstancias me hacen dudar, me hacen sentir incertidumbre, temor, miedo. ¿Cómo sentir y creer y pensar que en cinco años yo tendré seguridad cuando mis gobernantes se han dedicado a formular y aprobar reformas que harán la vida más cara? ¿cómo imaginar y visualizar un retiro o jubilación cuando ya no existe la antigüedad ni las prestaciones ni la seguridad social? ¿cómo creer que soy sujeta de derechos cuando a lo largo de tres décadas se ha ido arrebatando y pisoteando cualquier derecho básico?

Sí, sé que en el fondo no tengo derecho a nada. No merezco nada. Y no es hacerme víctima ni menospreciar la vida, no es ser mediocre o tener baja autoestima. Ante ti yo nunca he tenido derecho a nada. Sin embargo, tu gracia ha bastado para tener alimento en mi casa, vestido que me cubra del frío, un techo dónde habitar, médico y medicamentos cuando he enfermado, apoyo emocional cuando me he sentido frágil y vulnerable. Así es, nunca ha faltado nada, siempre se ha tenido lo necesario y lo suficiente. No más, no menos.

Pero Señor, ¡no deja de preocuparme cómo me afectará todo esto! Sí, sé que mi fe está siendo bastante pequeña, que en este momento no podría mover montañas; pero creo que por muy mínima que sea, es suficiente para que yo me acerque a ti con sinceridad y transparencia, para decirte lo inconforme que estoy, lo incapaz que soy de enfrentar lo porvenir con la frente en alto y entereza.

Dios, me preocupa ese asunto de construir un hogar. Ya sabes, buscar una casa, acondicionarla con lo necesario (claro, la TV ya no es necesaria); pagar servicios, alimentos, vestido para dos… pero ¿y si llegan los hijos? ¿cómo podré darles todo eso, más educación, recreación, salud…? Digo, sólo pensar en conseguir una casa/departamento se volverá difícil con un 16% extra de impuesto, y con salarios que sólo dan para llorar. 

Señor, a nuestra generación nos vendieron la idea de que teniendo una educación superior la vida sería más llevadera. Y no sé si nos mintieron o quisieron jugar perversamente con nuestros sueños, pero en estos tiempos los estudios universitarios ya no son garantía de nada. Los años invertidos  no abonan tanto para tener una vida no digo de lujos, sino digna.

Señor, ¿en quién o en qué puedo confiar mi vida futura? ¿En los gobernantes? Han demostrado ser corruptos (quizá no todos, pero sí una mayoría), con poco interés genuino en el bienestar de los ciudadanos y las personas; lamentablemente, no buscan cumplir tu encargo de hacer justicia y gobernar con equidad. ¿En los empresarios? Muchos sólo buscan sus propias ganancias, no importando lo que se deba hacer, como oprimir y esclavizar al trabajador. ¿En la sociedad civil? Aunque levantan sus voces para exigir, veo mucho odio y rencor, hartazgo… no dudo que incluso ahí se muevan intereses egoístas y personales. ¿En los académicos? Bueno, algunos también se han enriquecido injustamente, y no olvidemos la vanagloria que inunda a muchos. ¿En la iglesia? Me entristece profundamente su nivel de indiferencia y enajenación de la realidad; hablan de ti pero parece que no te conocen; hablan de la Biblia pero como un libro bonito para tener adornando una repisa. ¿En mis propios esfuerzos? No. ¡Justo ahora estoy hundida en mis propias preguntas! Mi vida en mis manos corre mucho peligro.

Entonces, Dios, ¿a quién puedo confiar mi vida futura? Sí, la respuesta yo la sé, pero no quiero decirla por decirla, no quiero usarla como un cliché o una frase motivacional. Señor, quiero caminar ese hecho: yo puedo confiarte mi vida entera, presente y futura.

Quiero caminarlo, aprender a vivirlo, aprender a lucharlo incluso. ¡Porque es una lucha! Tener un panorama tan desalentador, tan desesperanzador, y mantener prendida la flamita de la esperanza es algo por lo que se lucha a diario. 

Señor, te digo que no veo nada seguro, nada certero. Sólo una cosa: la Vida Eterna, es decir, conocerte a ti, el único Dios verdadero y a tu Hijo Jesucristo a quién tú enviaste. ¡Y eso tampoco es algo que vea con mis ojos! Pero lo creo.

¿Ves? Mi fe es bastante insignificante, como una semilla de mostaza, como una pequeña moneda echada en el arca porque es todo lo que tengo. ¡No puedo ofrecerte más! Sólo mi pequeña fe y mis enormes preguntas y apabullantes miedos, porque eso es todo lo que tengo.

Ayuda a mi incredulidad. Quiero creer, quiero confiar en ti a pesar de todo lo horrendo que veo a mi alrededor. Pero no puedo hacerlo por mí misma, soy incapaz, estoy deshabilitada. Pero tú eres Dios, y sé que me oyes.

Gracias por escucharme. Ayúdame a escucharte.

martes, septiembre 03, 2013

Escribir


Hoy quise re-encontrarme con un par de diarios míos, los más viejos que tengo, los que sobrevivieron a varias "depuraciones" por que pensé que sería bueno conservarlos. 

El más viejo tiene registros del 2006, y sé que tenía más cosas escritas de antes pero un día decidí arrancar las hojas y botarlas a la basura, en el intento de borrar un pasado que duele y que me incomoda, tanto que prefiero no recordarlo. No fue el único diario que sufrió esa suerte: empecé a escribir desde los 14-15 años, pero no tengo nada de esos tiempos. Parece que desde entonces tenía esa necesidad de huir del pasado.

Pero ese del 2006 ha sobrevivido. En realidad no tiene mucho de ese año, pero sí lo suficiente para recordar y reconocerme. No soy la misma, como bien lo indican los textos del año 2008 y 2009 que abarcan más de la mitad de ese cuaderno. Ese diario es el de la transición, el cambio, el "antes-después"; por eso lo conservo, porque resguarda lo último de la vida anterior y lo primero de la nueva.

De ahí en adelante, he tenido una práctica más o menos regular de escribir diarios (aunque no siempre escribo "a diario"). Y cada vez que vuelvo a esos registros, que me ayudan a recordar y re-interpretar lo que he vivido, me llevo sorpresas: ¿en serio pensaba yo eso? ¿a poco desde entonces tengo esas preguntas-miedos-inquietudes? ¡mira, Dios respondió en esta área! ¡mira, sigo sin arreglar ese conflicto! 

Y entonces, reconozco la importancia de seguir escribiendo, de registrar lo que pienso y reflexiono, lo que siento y me pregunto. Grabar con tinta lo que voy haciendo y lo que Dios va haciendo conmigo y a través de otros. Guardar lo que se pueda de la vida en un cuaderno, porque después de un tiempo yo misma lo olvidaré y necesitaré recordar quién fui.

Escribir para después interpretar y re-interpretar a la luz de la gracia: mirar atrás y reconocer que Él es el Dios de la Historia y de mi historia, que nada se le escapa porque todo lo que ocurre termina aportando al gran plan divino. En fin, escribir para alabarle por su eterna fidelidad y su incomparable misericordia.

Seguiré escribiendo, y haré un esfuerzo por seguir haciéndolo.

jueves, agosto 29, 2013

Mi varita mágica


¿Te he contado que desde niña la gente me pregunta por mi varita mágica? Es una broma muy mala y poco original. Las personas escuchan cuál es mi nombre y hacen esos comentarios y creen que son chistosos. Pero no lo son, para nada lo son.

No obstante, en tiempos así me gustaría tener una. No como la de Harry Potter, es muy aburrida y simple: es negra y ya. Pero tampoco como esas que se consiguen en las ferias, son demasiado chillantes con sus colores y brillos.

Tendría que ser una buena varita mágica. Una que sea agradable mirar y usar. La imagino ligera, portátil, pero eficaz. Tendría que ser multi-usos: sería un buen lápiz para subrayar lo que te gustó del último libro que leíste; o una pluma de ave para hacer cosquillas a la primera víctima que se atraviese; o un perchero para dejar tu chamarra colgada y sin estorbar. 

Una varita que pueda ser útil para remendar calcetines; o para pegar los botones de nuestras camisas, esos que se desprenden cansados de tanto abrochar y desabrochar. También tendría que incluir algunos retazos de ánimo reforzado, para cuando sea necesario salvar nuestros sueños desgarrados o rotos.

Una buena varita mágica que nos saque por un momento de los apuros cotidianos, con una dotación de bocanadas de aire con sabor a esperanza. Que nos ayude a guardar momentos y atesorarlos, y regresar a ellos cuando nos preguntemos qué estamos haciendo. Una de la que podamos alguna palmadita que nos diga que vamos bien.

Sí, me gustaría tener una varita mágica. Especial y única, con la cual pueda hacerte sonreír con algún truco curioso. 

Pero no tengo una varita mágica. Lo que tengo es un par de brazos para abrazarte fuerte, un par de ojos para llorar contigo, un par de oídos para escuchar tu silencio, el anhelo de permanecer a tu lado y una oración constante por ti. 

Quién sabe. Tal vez no necesitemos una varita mágica.

domingo, julio 28, 2013

Cerrando las vacaciones ¡con broche de oro!

Hoy se me acaban las vacaciones. Tres semanas de dormir mucho, estar en casa, salir a dar la vuelta, leer, pensar, escribir un poquito... Y este fin de semana cerrar con broche de oro al re-encontrarme con algunos amigos, aquellos con los que me crucé siendo estudiante de universidad y en el contexto de la misión estudiantil.

Lo disfruté mucho. Tanto que parece que descansé de la última semana de vacaciones. Y todo por recordar los tiempos de campamentos, de salidas post-campa, de las desveladas y demás que ya no son tan novedosas o no aguantamos igual. Es cuando descubres que el tiempo pasa y que ya estamos grandes, así lo dijo el historiador fronterizo, que ahora combina las clases en una secundaria con el medio tiempo de asesor.

Grandes, por decirlo de alguna forma. Al escuchar y observar al otro en sus luchas, desafíos, alegrías y frustraciones podemos mirarnos a nosotros mismos, y reconocer que estamos más o menos igual: la vida de ahora es de adultos, de responsabilidades, de decisiones que tendrán impacto en los próximos 5 o 10 años. No nos quejamos por la nueva etapa, lo aceptamos con gozo y gratitud; pero ser conscientes de ello es algo que nos deja un poco sorprendidos. 

Y en medio de esa sorpresa damos gracias a Dios por las amistades que perduran con el paso del tiempo y las etapas vitales, personas con quienes compartimos no sólo recuerdos sino la Vida, la Palabra, la Gracia... Vaya, seguimos caminando en comunidad y nos acompañamos a la distancia.

Fue un regalo verlos de nuevo. Una bocanada grande de oxígeno para recordar mejor que la gracia del Señor sostiene en cada momento de duda e incertidumbre. Creo que puedo regresar al trabajo ministerial con más calma y confianza. Gracias amigos. Gracias Dios.

sábado, julio 27, 2013

Sobre la guerra y la armadura

... y orad por mí, para que me sea dada palabra al abrir mi boca, 
a fin de dar a conocer sin temor el misterio del evangelio, 
por el cual soy embajador en cadenas...
Pablo a los Efesios, capítulo 6, versos 19 y 20.
(Versión La Biblia de las Américas)

Esos dos versos siguen inmediatamente después de toda la descripción que Pablo hace de la armadura de Dios, sin embargo, parece que nunca los leemos cuando estudiamos ese pasaje. Pareciera que la tendencia es a cortar porque ya no habla de ninguna parte de dicha armadura ni de la guerra que tenemos. 

Recién quise repasar este fragmento en Efesios 6 porque escuché un sermón en la iglesia y me quedé con la sensación de que había algo más que me hacía falta. Así que transcribí, tomé mis colores y me puse a rayonear, y hubo algunas cosillas interesantes que me dieron un poco de luz. Aclaro que no se trata de un estudio exhaustivo, son sólo primeras impresiones y "foquitos" que llamaron mi atención.

1. Dos veces Pablo señala que sus lectores deben tomar toda la armadura de Dios, para estar firmes contra las insidias del enemigo y para resistir el día malo. Si bien describe el tipo de guerra en que nos encontramos, no hace alusión a ganar o a vencer al enemigo; en palabras coloquiales, habla de aguantar vara, es decir, mantenerse, no dar un paso atrás. Tres veces menciona estar firmes, y cuando habla de la oración habla de perseverar. Pero nunca habla de ganar o de vencer.

2. Los efesios eran llamados a fortalecerse en el poder y fuerza del Señor; y la armadura es de Dios y ellos debían tomarla. Ahí estaba, lista para usarse. Los recursos para resistir los tenían a la mano, no hacía falta más que usarlos.

3. Cuando llega la parte en que Pablo habla de la oración, hay cuatro "todo": toda oración y súplica, en todo tiempo, con toda perseverancia y por todos los santos (ojo aquí, habla de orar por otros). 

4. Además de hablar de la oración en términos de "totalidad", Pablo pide que oren por él (los versos que cité arriba). Y creo que es importante tomar en cuenta esto: antes del capítulo 6, se trataron temas acerca de la vida cristiana práctica, y antes de ello se desarrolla la obra de redención que Dios efectuó en Cristo (capítulos del 1 al 3). ¿Cómo encaja esta solicitud de Pablo en toda la carta, y en el pasaje específico?

Pienso que no es algo aislado de la armadura. Casi siempre que escucho un mensaje sobre este fragmento tengo la impresión de que hay un enfoque muy individual: lucha tus batallas, tú eres un soldado que está en guerra, etc... Sin embargo, al no llegar a los versos 19 y 20, olvidamos algo importante: no estamos solos en esa guerra que Pablo ha descrito en el verso 12, ni es únicamente individual, y lo podemos ver al relacionar su petición con todo eso; es decir, esas potestades y huestes del mal buscan impedir que el Evangelio sea predicado en el mundo y que siga liberando a las personas del sometimiento al pecado. Entonces, tal vez nosotros no le importemos mucho al diablo: ¡es una cosa personal de él con Dios!

Si es así el asunto, y estamos del lado de Dios, lo que nos toca es resistir y mantenernos firmes; es decir, continuar caminando en la gracia, mantenernos en el amor de Cristo, seguir predicando el Evangelio con todo lo que ello implica. Y en todo esto, procurar la comunión como pueblo de Dios que ha sido redimido y liberado de las divisiones étnicas, sociales, políticas y económicas, orando unos por otros para que todos podamos caminar dignos del llamado que hemos recibido.

Entonces, el tema de la armadura y la guerra no es meramente individual si lo vemos a la luz de toda la carta que, por cierto, está dirigida a una comunidad cristiana cuyos orígenes son gentiles y no judíos.

Como escribí antes, no es un estudio exhaustivo. Pero estos pequeños descubrimientos me dan pautas para seguir observando más y tomar en cuenta el factor "comunidad" en otros pasajes. Porque estoy convencida de que mi fe no es sólo mía, y que no soy la única que la tiene.

viernes, julio 19, 2013

Conociéndole


Yo no sé si somos de la misma madera.
Voy conociéndote. Vas conociéndome.
Ya lo descubriremos.

No sé si estamos en la misma orilla del río,
o tendremos que cruzarlo para terminar de encontrarnos.
Pero sí te veo encantada por la rendija,
esa que Él abrió para mirarte.

No sé quién eligió a quién.
Creo que poco me importa.
Sólo sé que aquí estoy.
Y eso me tiene fascinada y agradecida.
Gracias por dejarme conocerte.




Tú y yo que sé que estamos hechos de la misma madera 
Tú y yo que sé que estamos hechos de la misma madera 
Creo que es hora de que nos hundamos en el río 
Y lleguemos tan lejos como dé nuestro anhelo 
Tú y yo que sé que estamos hechos de la misma madera 

Tú y yo que sé que estamos hechos de la misma espera 
Tú y yo sentados, que esperamos a ambas orillas 
Si la vida nos abre una rendija para poder mirarnos encantados 
de habernos enredado y elegido 
Habernos enredado y elegido

miércoles, julio 17, 2013

Marcharemos cheios de coragem


Un canto que fue más que significativo en el EFO. 




Nos queremos ouvir tua voz                     Queremos oír tu voz
Teu louvor sempre esteja entre nós           Tu alabanza siempre esté entre nosotros
Queremos ser, Senhor, mais sábios           Queremos ser, Señor, más sabios
Na verdade e no amor                               En verdad y en amor,
Marcharemos na coragem do Senhor        Marcharemos en la valentía del Señor.

Marcharemos cheios de coragem              Marcharemos llenos de coraje
Seguiremos seja onde for                          Te seguiremos sea a donde fuere
Embora a dor nos cerque na viagem         Aunque el dolor nos rodee en el viaje,
Marcharemos na coragem do Senhor       Marcharemos en la valentía del Señor.

E quando a escuridão da noite descer       Y cuando la oscuridad de la noche desciende
Queremos só pela graça e fé viver            Queremos vivir sólo por la fe y la gracia,
Com esperança e com coragem                Con esperanza y con coraje
Na alegria ou na dor                                 En alegría o en dolor

Marcharemos na coragem do Senhor        Marcharemos en la valentía del Señor.


martes, julio 16, 2013

Resistir

Resistir (del lat. resistere):
   1. Tolerar, aguantar, o sufrir.
   2. Repugnar, contrariar, rechazar, contradecir.
   3. Dicho de una persona: Oponerse con fuerza a algo.
   4. Dicho de una cosa: Oponer dificultades para su comprensión, manejo, conocimiento, realización, etc.
¿Qué es resistir? Fue la pregunta que acompañó mi lectura de La resistencia de Ernesto Sabato. En medio de mi caminar torpe en los temas de lucha social, desigualdad y lo que tiene que decir la fe cristiana al respecto, decidí leer ese libro. No sabía de qué hablaba, pero el simple nombre me inquietó.

Resistir. ¿A qué o a quiénes? ¿Cómo se hace? ¿Cómo puedo hacerlo? ¿Puedo hacerlo?

Tal vez sea una herejía, pero comienzo a visualizar mi fe como una forma de resistencia. Mencionaré sólo un aspecto que he llegado a comprender un poco mejor: yo creo que Dios es el Creador, que nos creó a su imagen y semejanza; por ese solo hecho de ser a su imagen tenemos dignidad, Dios nos honró. El problema comienza cuando nosotros olvidamos o ignoramos esa dignidad: consideramos al otro como objeto, como alguien que debe estar a nuestro servicio y del cual podemos sacar provecho. 

Si eso es lo que dice mi fe, entonces yo me resisto, me opongo, rechazo la cosmovisión que me enseña que mis semejantes no valen lo mismo que yo, sino que hay quienes valen menos y, por lo tanto, puedo usar y desechar. Mi forma de relacionarme con los demás cambia, va contracorriente y, además, puedo (¡y debo!) denunciar y rechazar cuando otros lo hacen.

Resistir no es sencillo. Desafía mis esquemas que se han ido formando y construyendo a lo largo de mi vida a través de mi familia, la escuela, los medios de comunicación, mis amigos, mis libros, la música que escucho, etc, etc, etc. Para poder resistir primero debo reconocer aquello a lo que debo oponerme, y saber qué es lo que me toca defender, proponer y hacer.

Resistir también demanda que yo salga de mi comodidad y sea más sensible a mis prójimos. ¡Es tan fácil decir que esto o aquello no me afecta, y dejar que siga igual la cosa! Resistir exige ser vulnerable y aceptar que otros me conozcan vulnerable; bajarme de mi estrado para mirar al otro a los ojos y caminar juntos.

Resistir es algo que se hace junto a otros, no es posible hacerlo en solitario. No puedo andar por la vida resistiendo sin aceptar el apoyo de los demás, que como yo, intentan mantener un caminar distinto de esperanza. Necesito ayuda, aliento, palmaditas en la espalda y algunos cocos para mantenerme en la misma vía. Necesito que me enseñen, que me hablen, que me escuchen, que lloren conmigo para poder llorar con otros. Resistir es un acto de humanidad.

Estoy aprendiendo a resistir. ¡Me cuesta tanto trabajo hacerlo! También estoy aprendiendo a ser paciente y a perseverar. La resistencia requiere perseverancia. Mucha. También amor y fe. Mucho amor y mucha fe.

Sigo con la pregunta del cómo. Si esto es resistir, ¿cómo actúo en consecuencia? ¿cómo traduzco esto en mi vida cotidiana?

miércoles, julio 10, 2013

Me crecieron alas...

Volví. Cinco semanas lejos de casa, de mi gente, de mi comida, de mi espacio. Pensé que no tenía sentimientos de añoranza pero en cuanto veo caras familiares y lugares comunes, descubro que sí extrañaba estar acá. 

Volví pero aún estoy en el proceso de regresar. La memoria realiza un esfuerzo extra para recordar cómo es la vida aquí, cómo era la rutina y los tiempos; sin embargo, comienzo a reconocer que no soy la misma: algo pasó durante esas cinco semanas que ha hecho que yo vea, sienta y perciba las cosas de manera distinta. ¿Qué fue lo que realmente cambió: mi entorno o yo? 

Lo dije la última noche del EFO: este encuentro representó para mí el cambio de etapa; ya no estoy en la transición de salida de la universidad, ahora sí me encuentro en la siguiente fase de ejercicio profesional y de vida adulta. Y ese suceso me sorprende y me abruma, a la vez que me emociona y me lleva simplemente a dar gracias por la vida y sus oportunidades.

Ya no soy esa gorrioncita que recién veía que se acercaba el tiempo de abandonar la comodidad del nido, y cuyos ojos se perdían en la inmensidad del horizonte, con la gran incógnita acerca de cómo saltar. Ya di el primer salto, y descubrí que me crecieron alas. Aún no comprendo cómo usarlas o cómo funcionan, pero sé que es el tiempo de volar y me siento más tranquila con la idea. Después de todo, el caminar con Jesús es un constante aprendizaje, una obediencia hacia la misma dirección. Estaré segura en Él.



domingo, junio 02, 2013

Jesús, nuestra semilla de mostaza

Hoy fui a la iglesia, como cualquier domingo. No importa que esté fuera de mi país, en todo el mundo hay personas que se congregan un día a la semana para compartir la Palabra, adorar y orar juntos. Algunos lo harán libremente, otros tendrán que ocultarse. Pero la gran familia del Señor se reune.

Y, de nuevo, Dios sonríe curioso al enseñarme. Al llegar a una congregación de la urbanización La Esperanza, escuché parte de un estudio bíblico de la escuela dominical; desde hace varias semanas están estudiando el evangelio de Mateo y hoy tocó la parábola de la semilla de mostaza.

¿Por qué digo que Él sonrió? Porque tiene muy buen sentido del humor, y me pone en la mesa esa historia en la cual he estado reflexionando hace unos días mientras sueño a futuro. "Los pequeños inicios" es un tema que me ha animado a no quedarme de brazos cruzados, y a intentar. Acá unas ideas que escuché de Edmundo y que me apropio para seguir meditando:

- La parábola nos enseña acerca de lo pequeño que termina en algo muy grande.
- Las ideas que generan cambios en la sociedad empiezan en una persona.
- Cuando una idea se encarna, transforma.
- La instauración del Reino se realiza a través de nosotros: los pequeños.

Y un par de preguntas mías:

- ¿Estoy encarnando los valores del Reino, de tal forma que otros miran la posibilidad de vivir de manera diferente?
- ¿Mi fe se ve? ¿Con qué acciones puedo explicar y enseñar mi fe?

Y algo más que me conmovió y sacudió en lo profundo:

- Jesús, en la parábola de la semilla de mostaza, está hablando de sí mismo. El Reino de Dios inició con Él... ¡hay que mirar hasta dónde ha llegado!

Bello que mi segundo día acá sea domingo.

jueves, mayo 30, 2013

Preparando la maleta

A lo largo de los últimos cuatro años he aprendido que los viajes me emocionan. Gracias a esta Comunidad que me adoptó pude descubrir mi tendencia a la vagancia, pero sin dejar de ser hogareña - aunque esté mucho tiempo fuera, siempre vuelvo al que considero mi hogar.

Algo ha sido muy curioso: aprender y desarrollar la técnica de empacar una maleta llevando sólo lo necesario. Recuerdo mi primer campa: llevé lo que creí "indispensable", pero al final hubo cosas que no necesitaba y dejé otras que sí ocupaba. Es así que también he llegado a conocerme a mí misma: he observado cómo son mis hábitos de vida, cuáles son sanos y cuáles no; he renunciado a cosas que no resultan importantes y he valorado otras que casi siempre pasan desapercibidas.

Aunque ya tengo algo de práctica, la maleta sigue representando un desafío, más ahora que salgo cinco semanas a un país que no conozco. Pese a los varios viajes, esta vez siento que no sé cómo empacar: hay cosas que quisiera llevar y no podré, como los abrazos matutinos de mamá, las bromas en el desayuno de mi hermano o la agenda que llevamos juntos en el equipo de asesores. Pero estoy siendo dramática, lo sé, porque allá tendré una familia que me adopte, hermanos y hermanas con quiénes jugar y compañeros de milicia con quienes compartir experiencias. Sólo habrá algo que no encontrará sustitutos, y esa situación me llevará a aprender, a confiar y a crecer. 

¡Ya me estoy emocionando!



martes, mayo 28, 2013

Sólo una oración

Desperté. 
Abrí los ojos y miré la tenue luz a través de mi cortina. 
¿Fue un sueño? No, esta vez no lo fue.

Las palabras, las miradas... todo sucedió. 
Esta vez no es mi subconsciente traicionándome,
es mi memoria llevándome a atesorar el día.

Recuerdo. Vuelvo a pasar por el corazón.
Y casi no puedo creerlo.
Vuelvo a los 17, diría Violeta Parra.

Es esa sensación de lo nuevo y casi desconocido.
Pero ¿qué ocurre que los miedos se esfumaron?
¿Se trata de esa paz que desborda la razón?

Se abrió de par en par la ventana
y ahí estamos, mirando por esa ventana.
Yo sólo puedo sonreír.

Y sólo puedo pensar una oración:
que podamos hacer camino al andar,
y mientras lo hacemos, juntos le encontremos a Él.


domingo, mayo 26, 2013

Un poco como Jeremías

Un poco como Jeremías. Sí, así me siento. Luchando casi contigo y conmigo. Levantando mis quejas, mis dolores, mi frustración. Casi haciendo una pataleta y con muchas lágrimas en los ojos. Sí, un poco como Jeremías.

Y así como a él, haces que tu Palabra se haga presente. De manera simple y cotidiana, pero tan determinante que yo sólo puedo quedarme quieta y suspirar profundamente. Te haces oír claramente, señalando la disciplina que necesito recibir. No es regaño, es llamada de atención.

Y sigo suspirando, agarrándome la barriga que duele. Pero ya no intento patalear; sólo quiero acurrucarme en tu regazo, buscando que tu misericordia me cubra. Sólo quiero mirarte y olvidarme de mí misma. Sólo te quiero a ti.


viernes, mayo 17, 2013

¡Todo por mi callar atribulado!


El amor que calla.

   Si yo te odiara, mi odio te daría
en las palabras, rotundo y seguro;
¡pero te amo y mi amor no se confía
a este hablar de los hombres, tan oscuro!


   Tú lo quisieras vuelto un alarido,
y viene de tan hondo que ha deshecho
su quemante raudal, desfallecido,
antes de la garganta, antes del pecho.

   Estoy lo mismo que estanque colmado
y te parezco un surtidor inerte.
¡Todo por mi callar atribulado
que es más atroz que el entrar en la muerte!

Gabriela Mistral


jueves, mayo 16, 2013

Cavilando sobre mi identidad

Después de la jornada del día, llego a casa. Saludo a mamá, boto mi morral junto al escritorio, me quito los zapatos y los calcetines. Prendo la computadora, reviso los últimos correos, los respondo (estoy mejorando en eso de responder pronto los mensajes que entran a la bandeja), checo las actualizaciones de las redes sociales, leo algunas cosas... Y siento que debo hacer un alto para ser consciente de lo que estoy haciendo.

A veces, mientras estoy leyendo algunas cosas, siento que debo hacer lo mismo que dice eso que leo, o imitar cierta forma de vida, o cierta manera de pensar; quizá creo que me falta esto o aquello, o que tal vez no soy tan lista como tal o cual persona; más de una vez me descubro a mí misma queriendo ser otra persona que no soy yo. ¿Por qué o para qué?

Creo que hay una necesidad de aceptación que me lleva a intentar ser lo que otras personas quieren que sea. Pero he descubierto que, al final, eso también es negar a Dios en mi vida. Lo es porque tomo como medida la opinión de quienes me rodean (y que al final yo misma me marco) y no lo que Él dice que yo sea. 

Los últimos meses he sido más consciente de ese fenómeno; por eso, me pregunto constantemente ¿quién eres? ¿qué es lo que quieres hacer? ¿qué te define? Y le pregunto a Dios ¿qué quieres que haga? ¿quién quieres que yo sea? Vaya, Él es quien me creó y quien me conoce perfectamente.

Al reconocer más mi identidad en Él, saberme amada siendo yo misma (con la bola de defectos y manías que me cargo), al expresar qué es lo que disfruto y qué es lo que me disgusta sin temor al rechazo, he encontrado libertad y gozo. Él me ama. De hecho, me amó sabiendo mi condición.

Y es así que también he encontrado más libertad al amar a otros. Escucharlos y mirarlos con la libertad de no buscar cómo juzgarles sino más bien cómo puedo servirles en algo. ¡O reconociendo su servicio hacia mi persona!

Al final, anhelo ser su discípula y seguirle fielmente. Mirar sus pies y sus sandalias. Observar sus manos. Escuchar sus palabras. Sonreír y llorar con Él. Para eso me hizo libre: para imitarle y desear que otros le reconozcan como Señor. 

martes, mayo 14, 2013

Me creí muy adulta... ¡y me recordaste que debo ser niña!


Lo que agrada a Dios de mi pequeña alma 
es que ame mi pequeñez y mi pobreza. 
Es la esperanza ciega que tengo en su misericordia.
Canción "Lo que agrada a Dios" de Luis Alfredo Díaz


Ahí estaba yo en nuestro café, bebiendo un frappe, lista para hablar seriamente contigo. Las circunstancias, las emociones y las incertidumbres me hicieron creer que era momento de poner el asunto sobre la mesa. Me creí muy adulta, capaz de hablar contigo como tal y de escucharte de manera formal y obediente.

Y ahí esta yo leyendo la Biblia, como esperando recibir una iluminación especial o una comprensión extraordinaria del pasaje. Hasta empecé a escribir en unas hojillas que arranqué de mi libreta de inglés. Sí, así estaba yo: muy arregladita y preparada, como si fuera una mujer adulta que sabe bien qué hacer.

De repente, ¡paf! Deshiciste mi esquema, desbarataste mi postura, sacudiste mi entendimiento. Apuesto que hasta te reíste de mí. Sí, te imagino sonriendo al mirarme, diciendo ¿por quién me tomas? ¡debes estar bromeando al comportarte así!

Y fue justo el salmo 23 en voz de un extraño. El Señor es mi pastor, nada me faltará. Me ubicaste en aquellos días de noviembre, cuando aprendí que soy una ovejita que cuidas con amor y ternura, que me abrazas y te preocupas por mí. Descubrir esa relación que tenemos ambos me humilló y me conmovió hasta las lágrimas; lágrimas llenas de gratitud por entender que Tú no eres ajeno a mi vida entera y que sólo me toca abandonarme y descansar en Ti.

Llegué a esa café pensando que yo te encontraría. ¡Pero fui Yo quien te encontré antes! ¿Lo ves? ¡Rompiste todo mi plan! ¿Quién encontró a quién en ese café? ¡Por supuesto que fuiste Tú quién me encontró, y lo sigues haciendo día a día!

No tengo que comportarme como una adulta, ¿verdad? Soy libre de ser niña, aquella que encontraste jugando con harapos sucios hace poco más de cuatro años. La misma pequeña que corrió a tus brazos cautivada por el amor, el perdón y la compasión expresada en una Cruz. Esa niña que sigue haciendo preguntas de las cosas que no entiende y que a veces se tropieza, llora, se enfada o patalea por aquello que no tiene o no puede hacer. ¡Me liberaste para ser quién soy: una pequeña vulnerable y dependiente de Ti!

Entonces, dejé de escribir. Dejé de pensar. Simplemente seguí disfrutando el frappe y las galletitas, abandonada en Tu ternura. Renuncié a mi papel de adulta y volví a ser niña.


viernes, mayo 10, 2013

Mamita querida - Cristina Pacheco

Temprano por la mañana Alicia llamó para reportarse enferma. "No tiene nada, pero como es día de la madre, no quiso trabajar", comentó la dueña del restaurante. Luego me advirtió que debería suplir en la caja a mi compañera. El cambio no me disgustó: era mucho más descansado que esperar largos minutos junto a las mesas antes de que las familias se pusieran de acuerdo para darme la orden.
   Debe de haber sido la una y media cuando llegaron. Lo recuerdo bien porque cuando entraron la risa del hombre -fuerte y aguda- me hizo volverme hacia la puerta. Él iba delante, con su hijo. Los seguían su mujer y una niña. Eran idénticas o al menos sus rostros denotaban el mismo sentido de responsabilidad.
   -Sentémonos en esta mesa. Le da el airecito de la calle. Además, como está junto a la caja no tenderemos que esperar horas para que nos traigan la cuenta- la madre se interrumpió al ver que yo la observaba. Me sonrío, cohibida. Pliegues muy gruesos se formaron en el ángulo de sus ojos, en las comisuras de sus labios.
   - Todavía no comemos y mi mamá ya está pensando en pagar- dijo la niña, a la que llamaban Araceli. Su hermano Eduardo rió. Impaciente, la madre alargó la mano y retiró un mechón que ensombrecía la cara de la niña.
   - Te dije que te pusieras un pasador para que no se te caiga el pelo en la frente. ¿No ves que se te calza?- La niña hizo un gesto de contrariedad. Su hermano se apresuró a murmurarle-: "Por tu culpa siempre nos regañan". El hombre, a quien su esposa llamaba Rafa, iba a intervenir, pero guardó silencio ante la aparición del mesero:
   - ¿Algún aperitivo?
El "no" que pronunció la madre quedó sepultado por la respuesta de Rafa:
   - Déjeme ver la carta de vinos nacionales- al sentir la mirada reprobatoria de su esposa, se volvió para explicarle-: caray, madre, es tu día...
   - Cómo no. ¿Una botellita de tinto?- el mesero se alejó. Los niños observaron a su padre como su hubiera realizado una hazaña. Su esposa se inclinó para decirle:
   - Ay Rafa, pero si nunca tomamos. ¿Para qué pediste una botella? Ni nos la vamos a terminar.
   - ¿Entre los cuatro? Me canso de que nos la acabamos.
   - ¿Los niños también van a tomar?
   - Claro que sí. No tiene nada de malo. En Europa los chamacos toman igual que los grandes y eso no quiere decir que vayan a ser borrachos. Además, con este calor, se antoja. 
   - El vino rojo no me gusta; me da dolor de cabeza- afirmó la madre, abanicándose con la servilleta.
   - Una vez mi tío Pepe me dio a probar de su copa y sentí cosquillas en las mandíbulas y la lengua rara- Eduardo se emocionó y estiró los pies bajo la mesa, como para abarcar mejor la antigua sensación.
   - Niño, estáte: me vas a romper las medias.
   - Ay, ma, con este calor no sé cómo las aguantas- dijo Araceli en todo adulto.
   - La niña tiene razón. Además, ya ni se usan...- aseguró Rafa.
   - Ay, tú qué sabes...- en labios de la madre el tono ligero pareció un reproche.
   - Ahora que estuve en Nueva York me fijé y casi ninguna mujer traía... Bueno, no es que nada más ande viendo, pero bueno... - concluyó el marido, buscando alguna complicidad en la mirada de su hijo, que sonrió inquieto.
   - Otras mujeres no las usarán, pero yo sí. Cuando no traigo medias siento como si estuviera desnuda. Sabes que ni siquiera me pongo faldas cortas, aunque estén de moda.
   Rafael se llevó la mano a la cabeza y sonrió de manera tan enigmática que inquietó a su mujer.
   - ¿En qué piensas? 
   - Luego les cuento- dijo el hombre al ver que el mesero servía el vino-; joven, de una vez vamos a ordenar. Mire, primero tráiganos un entremés ranchero, grande. Luego cuatro tampiqueñas. Es la especialidad- explicó a sus hijos.
   - ¿No será mucho, Rafa? Acuérdate que luego estas criaturas dejan toda la comida. ¿Por qué no pedimos tres carnes para los cuatro?- Araceli y Eduardo hicieron tal gesto de disgusto que la madre se retractó enseguida. ¿No quieren? Bueno, pero se la terminan, que conste.
   - No se apure. Si dejan algo se los envolvemos para que se lo lleven- propuso el mesero. La mujer sonrió más tranquila.
   - Oye, pa, ¿qué nos ibas a contar?- Araceli se acodó en la mesa, fascinada por el brillo en los ojos de su padre.
   - Ah, sí. El mero día en que nos íbamos a venir para acá nos tocó ver un desfile precioso. Puras chamacas como de dieciocho, veinte años. y todas igualitas: de la misma estatura, mucho muy bien formadas. ¿Te sirvo más vino?
   - No, espérate a que me termine esta copa. A los niños ya no les des. Me da miedo que vayan a vomitar...
   - Ay, ma, deja que nos cuente. Y las muchachas, ¿cómo iban vestidas? - preguntó Araceli.
   - Todas iguales: de blanco. Con unos trajecitos bien cortos que apenas les tapaban las...
   - Ay Dios Santo ¿Y por qué te acordaste de eso ahora?- preguntó rápidamente la esposa, como si quisiera dar el tema por terminado.
   - Por lo que dijiste, de que no te gusta la falda corta. Es cierto que no a todo el mundo se les ve bien, pero a aquellas chiquitas... ¿Qué pasó? ¿Les gustó el vino?- preguntó el hombre con un entusiasmo que le abrillantaba la piel.
   - Al principio me supo feo, pero ya me gustó- dijo Eduardo.
   - Te sirvo más- Rafael no esperó la respuesta. Mientras vertía el vino continuó su relato-: imagínense lo que era ver a todas aquellas nenas moviéndose al mismo tiempo, dando maromas, haciendo pasos de baile, gritando sus porras bien afinaditas... Una cosa fantástica. Bien profesionales... y conste que eran muy jovencitas- agregó como si las viera alejarse en la distancia.
   - Mi mamá también es joven- dijo Araceli, sin saber por qué.
   - Ah, claro que mi gorda es a todo dar - afirmó Rafa, acariciando el hombro de su esposa. Por cierto que mero delante iba su jefa, la estrella, digamos. Era alta, con un cuerpazo que qué bruta. Traía su gorro de plumas y un vestido brilloso, pegadito, de un color muy especial. ¿Cómo les diré? Pues creo que era azul - concluyó el hombre, como si se quitara el peso de encima. Pero de un azul que nunca he visto.
   - Será como el de mi vestido nuevo- dijo la esposa casi con desesperación. Su marido pareció despertar de un sueño. La observó largamente, en silencio, y al fin dijo:
   - No, tú nunca has tenido un vestido así- todos callaron. La mujer fue doblegándose, envejeciendo paulatinamente. La sentí sufrir. Había en su rostros tanta tristeza, tantos años de privaciones y rutina, que si hubiera tenido valor para hacerlo habría abandonado mi sitio para abrazarla y decirle muy quedito: "Felicidades, mamita querida...".

Tomado de: Pacheco, Cristina (2003). Sopita de fideo. México: Océano. pp. 29-33

viernes, mayo 03, 2013

Rumbeando en el metro

De las cosas que más disfruto de mi ciudad son los viajes en el metro. Sé que algunos dirán que es una locura que afirme que los trayectos en este transporte público pueden ser agradables. Lo entiendo, no siempre es cómodo (los apretones, el calor, los olores, el ruido...), pero se le puede agarrar el gusto. 

Algo que se ha vuelto cotidiano cuando me traslado de mi casa a Zacatenco es escuchar a dos chavos que tocan música africana en algunas estaciones de la línea que utilizo. Algunas veces les he dado unas monedas, pero siempre suspendo mi lectura para escucharlos como señal de respeto al trabajo que realizan; además de la música dan algún tipo de mensaje que nos exhorta a ser conscientes. Ahí es cuando no estoy de acuerdo del todo, sobre todo por la forma en que lo dicen: muy áspera, casi regañando, como diciendo que somos tontos (por no decir otra palabra) y ellos son los que sí saben. En fin, me quedo con la música.

Pero ayer hubo un ligero cambio: en vez de ser dos sólo iba uno, y en lugar de tocar música africana tocó una canción de salsa. Interesante, pero igual fue bueno. La busqué en la red y aquí la comparto. Lindo detalle de Dios para iniciar la jornada de trabajo.


martes, abril 30, 2013

Cuando sepas! (prestado)

Lo que publico a continuación fue escrito por mi amiga Grecia (de Tecate); me gustó y le dije que lo pondría aquí (aún no tengo el permiso expreso, pero confío en que me lo dará, jeje!).

Cuando sepas!

Y nunca quise olvidarte, pero me va haciendo falta. 
Cuando sepas de mí, tú disimula. No les cuentes que me conociste, ni que estuvimos juntos, no les expliques lo que yo fui para ti, ni lo que habríamos sido de no ser por los dos. Primero, porque jamás te creerían. Pensarán que exageras, que nada ni nadie pudo haber sido tan verdad ni tan cierto. Te tomarán por loco, se reirán de tu pena y te empujarán a seguir, que es la forma que tienen los demás de hacernos olvidar. 
Cuando sepas de mí, tú calla y sonríe, jamás preguntes qué tal. Si me fue mal, ya se ocuparán de qu te llegue. Y si me fue bien, tampoco tardarás mucho en enterarte, no te preocupes. Intentarán ensombrecer tu alegría echando mis supuestos éxitos como alcohol para tus heridas, y no dudarán en arrojártelo a quemarropa. 
Qué sabrán ellos de tu alegría. Yo, que la he tenido entre mis manos y que la pude tutear como quien tutea a la felicidad, quizás. Pero ellos... nah. A lo que iba. 
Nadie puede imaginar lo que sentirás cuando sepas de mí. Nadie puede ni debe, hazme caso. 
Sentirás lo ilógico de esa pregunta que jamás supo cerrar su signo de interrogación. Sentirás un qué hubiera pasado si. Y sobre todo, sentirás que algo entre nosotros continuó creciendo incluso cuando nos separamos. Un algo tan grande como el vacío que dejamos al volver a ser dos. Un algo tan pequeño como el espacio que un sí le acaba siempre cediendo a un no. 
Pero tú aguanta. Resiste. Hazte el favor. Háznoslo a los dos. Que no se te note. 
Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos felices. Sí, felices. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, -por hacer la lista finita-, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió. 
Nada de todo esto debería dejarte mal. Piensa que tú y yo pudimos con todo. Piensa que todo se pudo y todo se tuvo, hasta el final. 
A partir de ahora, tú tranquilo, que yo estaré bien. Me conformo con que algún día sepas de mí, me conformo con que alguien vuelva a morderte de alegría, me basta con saber que algún día mi nombre volverá a rozar tus oídos y entornar tus labios. Esos que ahora abres ante cualquiera que cuente cosas sobre mi. 
Por eso, cuando sepas de mí, no seas tonto y disimula. 
Haz ver que me olvidas. 
Y me acabarás olvidando. 
De verdad. 
-G.N.-

lunes, abril 29, 2013

Comprendiendo mi profesión en el ministerio

A poco más de dos semanas del examen profesional puedo decir que la vida es un poco distinta: ya no estoy pensando en las correcciones, los trámites, los correos y llamadas a los sinodales; ya no siento frustración por sentir que el tiempo me falta, o por comentarios fuera de lugar (como eso de que no tiene forma de investigación, ¡dah!). La vida continúa, por supuesto, pero es un poco diferente.

¿En qué pienso ahora? En el trabajo. Un compañero de generación me advirtió que vendría el síndrome de abstinencia por no tener ya esa ocupación llamada titulación; pero creo que Dios ha sido tan bueno que me ha mantenido ocupada estos días con nuevos proyectos... y con todo lo que dejé pendiente en el primer trimestre del año: ya regresé a las andadas en Zacatenco, de nuevo tengo reuniones con estudiantes y compañeros de milicia, otra vez hay que planear actividades futuras. ¡Qué alivio estar trabajando!

Pero lo mejor de todo ocurrió hoy mientras cerraba la primera ronda de trabajo en casa, justo antes de comer: lo que hago en el ministerio está relacionado con mi profesión. Sí, imagino que puede sonar sorprendente que yo, a estas alturas, vaya dándome cuenta. Quiero explicarme.

Desde que ingresé a Compa como asesora estudiantil varias personas a mi alrededor ha dicho que éste rol tiene que ver con mi carrera; por lo tanto, estoy ejerciendo. Y yo también lo he visto así, pero sospecho que no me caía el veinte por completo, generando dudas y hasta inseguridad en mi persona. ¿Cómo fue que entendí que sí estoy ejerciendo? Creo que fue una luz del cielo la que me ayudó a hacer click mientras buscaba contenidos para un manual que estamos diseñando para estudiantes que participarán en un proyecto de servicio local. ¿Y tiene que ver con trabajo social? ¡Claro que sí! Parte de lo que hacemos es preparar materiales para capacitar a las personas, y lo hacemos pensando en objetivos, metodologías y tareas. 

Luego, para rematar, recordé el programa de formación que estamos trabajando en el equipo local del DF para capacitar y formar a nuevos asesores. Me toca desarrollar contenidos relacionados con temas globales, con la especialización y la combinación llamado-profesión, y con la elaboración de modelos de enseñanza-aprendizaje. ¡También tiene que ver con mi profesión! ¡Es verdad!

Dios me está concediendo aplicar aquello que aprendí en los cinco años de carrera universitaria en Compa; entonces, sí estoy ejerciendo el trabajo social en el ministerio estudiantil, y ya estoy acumulando experiencia profesional.

Reconozco que me vi lenta, y tardé dos años en encontrar mi profesión en mi labor de asesora, ¡pero ya lo entendí! Gracias a Dios.


jueves, abril 25, 2013

¿Quién fuera discípulo?

Desde hace un buen tiempo cierta canción de Silvio Rodríguez ha rondado en mi cabeza; igualmente, me han acompañado ciertas preguntas acerca de lo que significa ser una verdadera discípula de Jesús. He tenido muchas ganas de escribir sobre éstas, y por puros pretextos no lo he hecho. Esta publicación tiene la intención de -por lo menos- plasmar las preguntas, con la esperanza de que pueda desarrollarlas más adelante.

¿Quién fuera un verdadero discípulo de Jesús? ¡Vaya cosa! El mundo y la iglesia misma nos atiborra de ideas, frases, versículos y demás para "enseñarnos" sobre cómo se es buen cristiano. Y creo que más de una vez he sentido hartazgo y hastío porque seguir las reglas y los estatutos no me llena, no me satisface, no me hace estar plena. ¿Por qué sería? ¿Acaso ser cristiano no es llevar cierta forma de vida diferente al resto del mundo?

Pero, ¿en qué somos diferentes? ¿en que somos abstemios de la gran mayoría de vicios que los mundanos disfrutan? ¿somos diferentes por no tomar, no fumar, no ir a fiestas y no bailar? Bueno, eso también lo pueden hacer las personas que no son cristianas. ¿En qué somos diferentes entonces?

Pienso en la insistencia de Jesús y de los apóstoles en su llamado al amor. ¿Amor? ¡Claro! Las personas buscamos ser amadas y amar a alguien; nos gusta sentirnos especiales y expresar que alguien más es especial para nosotros. ¡Viva el amor! Pero, ¿qué significa verdaderamente, en el fondo, el amor que Cristo enseña? ¿Qué tiene de diferente con el amor que se predica en las telenovelas, en las historias románticas y en las canciones de moda?

También pienso en la obediencia. Tema espinoso en nuestro contexto, cuando se nos impulsa -¡y casi se nos obliga!- a ser libres, tomar las riendas de nuestra vida sin someter nuestra voluntad a nada ni a nadie. ¡Tú eres el capitán del barco! Nadie tiene que decirte cómo vivir, nadie puede definir tu camino; tú eres el centro de tu vida. Y los cristianos decimos que nos sometemos a la voluntad del Padre, ¿y cómo lo hacemos? ¿cómo somos diferentes aquí?

Por otra parte, pienso en el papel de la reflexión consciente en el marco del estudio de la Biblia. Muchas veces he escuchado que somos el pueblo del Libro; y suena muy lindo. Pero, ¿qué significa esto? ¿en verdad le damos a la Biblia el lugar de Palabra de Dios que tanto anunciamos con nuestras bocas? ¿qué implica decir y creer esto? ¿podemos hacerle preguntas? ¿podemos dudar? ¿podemos sentirnos indispuestos o renuentes a escuchar/leer lo que dice? ¿o al considerarnos diferentes del mundo, sólo nos la tragamos tal cual?

Y por último, el tema de la misión tiene su espacio en todas estas preguntas. ¿Qué es la misión? ¿cómo la viven los cristianos? ¿se trata de repartir folletos y señalar al otro como pecador que se quemará en las llamas del infierno? ¿es una actividad que se limita a un día y unas horas? ¿es sólo para unos cuantos? ¿por qué la misión nos hace diferentes al resto del mundo?

Bien, ahí están las preguntas. Debo obligarme a escribir sobre cada una, no sólo a pensarlas en mi cabeza. Que el Señor me ayude a entenderle y a escucharle sensiblemente.


martes, abril 23, 2013

Quién fuera - Silvio Rodríguez




Estoy buscando una palabra
en el umbral de tu misterio.
¿Quién fuera Alí Babá?
¿Quién fuera el mítico Simbad?
¿Quién fuera un poderoso sortilegio?
¿Quién fuera encantador?

Estoy buscando una escafandra,
al pie del mar de los delirios.
¿Quién fuera Jacques Costeau?
¿Quién fuera Nemo, el capitán?
¿Quién fuera el batiscafo de tu abismo?
¿Quién fuera explorador?

Corazón obscuro,
corazón con muros,
corazón que se esconde,
corazón que está dónde,
corazón en fuga,
herido de dudas
de amor.

Estoy buscando melodía
para tener como llamarte.
¿Quién fuera ruiseñor?
¿Quién fuera Lennon y McCartney,
Sindo Garay, Violeta, Chico Buarque?
¿Quién fuera tu trovador?


P.D. Por esta canción voy a terminar leyendo "Veinte mil leguas de viaje submarino" de Julio Verne. ¡Ya lo encontré en mi casa!

lunes, abril 22, 2013

No me he olvidado de ti

No creas que me he olvidado de ti.
No te olvido, ni te hago a un lado.
Te tengo muy presente, cada día.

Te pienso.
Cuando camino,
o cuando cruzo la calle;
cuando escucho a Drexler,
o a los Cranberries.

No te olvido ni te hago de lado.
Te pienso y le pregunto a Él.
¡Le pregunto por que no sé qué hacer!
A veces los recuerdos me traicionan
y me hacen retroceder.

Aún no te conozco del todo.
Por eso me sorprendo casi por todo.
Y me siento como María:
guardando todo en su corazón;
reflexionando y observando.

¿Pero sabes?
Me resulta difícil guardar la paciencia.
¿Cómo hacerlo si no sé si debo guardarla?
¿Cómo hacerlo si tus palabras me afirman como mujer?
¿Cómo hacerlo si tu silencio es un enigma para mí?

Creéme cuando te escribo que no te olvido
ni te hago a un lado.
Es sólo que desearía saber si tú me olvidas o no.

Pequeños apapachos para reconocerle

He tenido que hacer una pausa en mi estudio de Romanos. En la mañana me quedé frustrada porque me faltó tiempo para escribir algo acá, pero ahora lo hago pensando en lo que estoy leyendo, en lo que he escuchado y en lo que he reconocido como pequeños detalles que Él tuvo a bien tener conmigo en las últimas dos semanas.

En primer lugar, quiero aclarar que no me siento como la hija preferida; no lo soy. Pero sí me siento como pequeña que recibe cuidados tiernos y amorosos. Lo malo es que no siempre soy consciente de ello y me quedo en mis berrinches y quejas; entonces, si aún recibo algún beneficio es por gracia y porque el Señor es misericordioso con esta pobre y torpe oveja. Él es fiel a pesar de mi inconstancia.

¿De qué detalles hablo yo? Son cosas simples, cotidianas que las últimas dos semanas han sucedido y hasta ahora me hacen click. Por ejemplo: que pudiera comer dos veces helado, gracias a la generosidad de mis amigos. O que, después de tener antojo de barbacoa para celebrar la titulación y no poder armarla, mi abuela nos invitara a su cumple para comer justo eso con toda la familia. O que, superando la distancia intercontinental, pueda tener el consejo y consuelo de mi mejor amiga usando un celular con conexión a internet. O encontrar que soy parte de una congregación local que tiene cuidado de mí y se alegra conmigo por el término de la etapa universitaria. O que yo sea consciente de que algunos miedos y complejos ya no tienen lugar en mí. O descubrir que algunos de mis sueños pueden construirse teniendo paciencia y confianza en el Señor. O que me encuentre deseosa de escribirle en nuestro diario para contarle lo que me ocurre, ya sin desidia ni flojera. O recibir por las mañanas, recién me despierto, ideas muy concretas que clarifican más los próximos pasos a dar.

Yo no sé, pero el Dios en el que he creído siempre logra sorprenderme y maravillarme en los pequeños detalles. Y eso no lo hace pequeño: ÉL ES UN DIOS GRANDE. Tan grande, que no le importó tomar forma de siervo para acercarnos a Él; tan grande, que no consideró que caminar entre nosotros fuera un problema; tan grande, que desde antes de la fundación del mundo pensó revelarse a nosotros por medio de Su Palabra para que le conociéramos y camináramos con Él.

¿Qué debo hacer yo al respecto? Ser humilde, y reconocer que nada de lo que tengo lo merezco. Ser agradecida, porque todo lo que tengo viene de Él. Ser responsable, porque todo lo que me ha dado es para ser usado a favor de Su Reino y su justicia. Y seguir buscándole, seguir escuchando Su Palabra, seguir preguntándole, seguir en el Camino.


domingo, abril 21, 2013

Tres generaciones


Ahí están dos mujeres de quienes he heredado no sólo el apellido:
también las anécdotas, los consejos, ese afán por tener todo en orden, 
lo sobreprotectora y un poquito del carácter.
De la primera especialmente he recibido como herencia lo emocional,
lo bailadora y esa peculiar inquietud por ayudar.
De la segunda heredo lo meticulosa, la disciplina, lo juguetona y la risa a carcajadas.
Las amo y las admiro.

sábado, abril 20, 2013

Sólo tú

Sólo Tú, Señor, sabes lo que pienso.
Sólo Tú conoces lo que siento.
Sólo Tú entiendes bien lo que me ocurre.

Por eso, sólo Tú puedes reconfortarme y
devolver mis ojos a lo que tengo por delante.

Sólo Tú, Señor, sabes perfectamente lo que hay en mi corazón...

Te necesito...


viernes, abril 19, 2013

Obligándome a cerrar el día escribiendo

Ya se está acabando el día y siento la necesidad de escribir, aunque sea un poquito, lo que pasó por mi cabeza/corazón. Estoy obligándome (literalmente) a hacerlo, pues esta tentación de quedarme tirada en la cama mirando el techo y quejándome del calor de mi habitación es muy grande. Pero ya, lo intentaré y haré un esfuerzo extra antes de clausurar la jornada.

¿"Tenía que" ir a esa feria de posgrados? Francamente, fui sabiendo que no siento la urgencia por entrar a una maestría, y por lo tanto, fui sin la expectativa de encontrar el hilo negro de mi destino. Desde hace algunos días, el asunto de tomar la decisión tomó un giro interesante, que incluyó pensar el posgrado en mi ciudad de origen. No me cierro a moverme -ni me aflige ni me asusta-, pero quedarme empieza a ser una opción seria. Seguramente eso influyó mucho hoy. Por supuesto, toparme con las siglas "UACJ" me sigue emocionando hasta el grado de pedir los informes que ya conozco (lo que me valió una bolsita con suvenires).

¿En verdad la maestría debe intimidarme tanto? Vaya, tengo este terrible prejuicio sobre la investigación y el ambiente académico acartonado; desde no sé cuándo miro hacia arriba a los que ostentan grados académicos y diplomas y cosas de esas que se cuelgan en la pared de una fría oficina. Pero ¿en serio debo tomarlo así? Recorrer stands, mirar folletería, escuchar el ofrecimiento de las becas (tal vez no había pensado lo importante que resulta eso ¡ocupamos dinero para vivir!), recibir plumas y cositas así me hizo preguntarme si meterse a la maestría es "tan grave" como pensé. Al final, me convencí que nada pierdo con intentar y meter papeles donde me interesa. Total: mi vida no será más ni será menos por intentarlo.

¿Por qué todavía disfruto estar entre los estudiantes? A veces bromeo y digo que paso tiempo con ellos para robarme un poco de su juventud. Pero lo cierto es que no puedo evitarlo: tener un llamado me lleva a cumplirlo sin resistencia, sin que me obliguen. ¿Acaso no han visto lo que generan las risas genuinas de un estudiante universitario? ¿acaso no se han percatado lo honesta que es su fe? ¿acaso no han observado cómo brillan sus ojos ante un nuevo descubrimiento o al comprender algo nuevo? ¡Es un milagro de la Vida! Es la evidencia más tangible del obrar de Dios en sus corazones. Es un privilegio ser testigo de todo esto, ¿o qué he hecho para merecer disfrutar de las maravillas que Dios hace en las vidas de otras personas?

¿Ya viste que no pasa nada si usas falda? Creo que desde la secundaria que no pasaba más de ocho horas en falda. Ha sido un GRAN logro moverme por la ciudad y el metro vestida así. Primero, porque mis complejos ¡puf! ya no están; segundo, porque descubrí que sí se puede y hasta es saludable en esta época de calor. Me siento como niña pequeña recibiendo su estrellita en la frente (je!).

Listo. Escribí algo sobre mi día, haciendo el último esfuerzo en medio del cansancio causado por la actividad y el calor.

Dios es bueno, y agradezco infinitamente que me permita reconocerlo en lo cotidiano. Caminamos juntos.