sábado, febrero 23, 2013

La noche oscura del alma (fragmentos)


FRAGMENTOS DE LA NOCHE OSCURA DEL ALMA. [1]
Juan de la Cruz (1542-1591)

1. Para purificar el alma.

En cierto momento el viaje espiritual Dios llevará a una persona de la etapa inicial a una más avanzada. En esta segunda etapa más avanzada, la persona comenzará a dedicarse a los ejercicios espirituales y a crecer más profundamente en la vida espiritual.

Estas almas experimentarán probablemente lo que se llama “la noche oscura del alma”. La “noche oscura” ocurre cuando estas personas pierden todo el placer que una vez experimentaron en su vida devocional. Esto sucede porque Dios quiere purificarlas y llevarlas a mayores alturas.

Después de que un alma ha sido convertida por Dios, es nutrida y acariciada por el espíritu. Como una madre amorosa, Dios cuida y consuela al alma infante alimentándola con leche espiritual. Estas almas encuentran gran deleite en esta etapa. Comenzarán a orar con gran urgencia y perseverancia; se darán a toda clase de actividades religiosas a causa del gozo que experimentan al realizarlas.

Pero vendrá un tiempo cuando Dios las conducirá a un crecimiento aún más profundo. Entonces removerá los consuelos previos del alma para enseñarle la virtud e impedirle que desarrolle vicios. Las siguientes secciones tratan de los siete pecados capitales. En cada uno de los pecados se hace evidente cómo el alma ha comenzado a emplear mal su consuelo espiritual y por qué Dios debe quitarlo para purificar al alma de estas imperfecciones.

2. El orgullo secreto.

Los que se inician en la vida espiritual están dispuestos a ser muy diligentes en sus ejercicios. El gran peligro al que se enfrentan es estar satisfechos con ellos mismos y con sus obras religiosas. Es fácil que desarrollen una clase de orgullo secreto, el primero de los siete pecados capitales.

Estas personas se vuelven demasiado espirituales. Les gusta hablar todo el tiempo de “cosas espirituales”. Están satisfechas con su crecimiento. Prefieren enseñar en vez de ser enseñados. Condenan a todos los que no son tan espirituales como ellas. Se parecen al fariseo que presumía de sí mismo y despreciaba al publicano que no era tan espiritual como él.

El diablo a menudo inflamará su fervor para que su orgullo crezca aún más. El maligno sabe que todas sus obras y virtudes perderán su valor y, si avanza sin freno, éstas se convertirán en vicios. Comenzarán haciendo estos ejercicios espirituales para que los demás les tengan en alta estima. Desean que los demás se den cuenta de que son muy espirituales. También comenzarán a evitar confesar sus errores a otro porque suponen que esto arruinaría su imagen. Así que suavizan sus pecados cuando los reconocen ante otros para aparecer ante ellos como menos imperfectos.

Le suplicarán a Dios que les quite sus imperfecciones, con el único fin de encontrar la paz interior y no por causa de Dios. No se dan cuenta de que si Dios les quitara sus imperfecciones probablemente se harían más orgullosos y presuntuosos.

Pero todos los que en este tiempo se están moviendo en el camino de Dios se opondrán con humildad a este orgullo. Aprenderán a pensar poco en sí mismos y en sus obras religiosas. En lugar de esto, centrarán su atención en lo grande y digno que es Dios y cuán poco es lo que pueden hacer por él. El Espíritu de Dios reposa en estas personas, apremiándolas a guardar dentro de ellos mismos en secreto, sus tesoros.

3. Atados a los sentimientos.

Muchos de estos principiantes comenzarán también a tener codicia espiritual, el segundo pecado capital. Estarán descontentos con lo que Dios les da porque no experimentan el consuelo que creen que merecen. Comienzan a leer muchos libros y a hacer muchas obras de piedad en un intento por obtener más y más consuelo espiritual.

Sus corazones crecen atados a los sentimientos que obtienen de su vida devocional. Se centran en el afecto, y no en la sustancia de la devoción. Muy a menudo estas almas se atarán a objetos religiosos en particular o a lugares santos, y comenzarán a valorar desmedidamente las cosas visibles.

Pero todos los que estén en la senda correcta pondrán sus ojos en Dios y no en estas cosas externas ni en sus experiencias internas. Entrarán en la noche oscura del alma y encontrarán que todas estas cosas han sido removidas. Todo placer les será quitado para que el alma sea purificada. El alma nunca crecerá hasta que sea capaz de poder dejar ir el fuerte asidero que tiene en Dios.

4. Tres causas.

El tercer pecado es la lujuria espiritual. Es de este pecado que proceden todos los demás y, por lo mismo, es el más importante. Esto es lo que sucede: Un alma que ora en profundidad puede experimentar intensas tentaciones y encontrarse sin poder para evitarlas. En ocasiones esto suele ocurrir cuanto está confesando algún pecado a Dios o durante la comunión. Esto se opera por una de las siguientes tres causas.

La primera causa es el placer físico que el cuerpo obtiene de las cosas espirituales. La parte más débil de nuestra naturaleza, la carne, a veces es aguijoneada durante los tiempos de devoción. Pero como no puede poseer ni atrapar la experiencia, y por lo mismo, comienza a provocar lo que sí puede poseer, es decir, lo impuro y sensual.

La segunda causa es el diablo. Para molestar e inquietar al alma, el diablo tratará de excitar la impureza dentro del alma, esperando que ésta preste atención a estas tentaciones. El alma comenzará a temer a estas tentaciones y se volverá negligente para la oración al grado de abandonar la oración por completo, si éstas persistieran.

La tercera causa es un temor desmesurado por los pensamientos impuros. Algunas almas son tan delicadas y frágiles que no pueden resistir estos pensamientos y viven en gran temor de ellos. Este temor por sí mismo puede causar su caída. Se agitan a la menor perturbación por lo que se los distrae fácilmente. 

Cuando el alma entra en la noche oscura, todas estas cosas quedan bajo control. La carne se sosegará, el diablo estará en silencio y el temor disminuirá, todo debido a que Dios quita todo placer de los sentidos, y el alma es purificada en ausencia de este deleite.

5. Santos en un día.

Cuando el alma comienza a disfrutar los beneficios de la vida espiritual y luego estos le son quitados, se aíra y amarga. Éste es el pecado espiritual de la ira, el cuarto pecado capital, y también debe ser purificado en la noche oscura.

Cuando su deleite termina, estas personas se sienten muy ansiosas y frustradas, del mismo modo que un infante se enoja cuando es separado del pecho de su madre. En esta desilusión natural no hay pecado, pero si se le deja por sí solo se puede convertir en un vicio peligroso.

Hay algunos que se enojan contra ellos mismos en este punto, pensando que su pérdida de gozo es el resultado de algo que han hecho o dejado de hacer. Estarán muy inquietos y harán todo lo que puedan para recobrar este consuelo. Se esforzarán por volverse santos en un día. Tomarán toda clase de resoluciones para ser más espirituales, pero mientras mayor sea la resolución, mayor será la caída. 

Su problema es que carecen de la paciencia que espera todo lo que Dios les quiera dar y en el tiempo en que Dios decida dárselas. Deben aprender la humildad espiritual, la cual ocurrirá en la noche oscura.

6. Más allá de los límites de la moderación.

El quinto pecado es la glotonería espiritual. Muchas almas se convierten en adictas a las dulzuras de la vida devocional y se esfuerzan por obtener más y más de ella. Van más allá de los límites de la moderación y casi pierden la vida con los ejercicios espirituales.

A menudo tratan de sojuzgar a su carne con grandes actos de sumisión, ayunos prolongados y dolorosas penitencias. Pero observe que estas son penitencias auto impuestas y que no vienen de Dios. Estas personas están haciendo su propia voluntad, por lo que crecen en vicio en lugar de crecer en virtud.

No caminan en verdadera obediencia sino que hacen lo que ellos quieren, en el tiempo y medida que ellos han escogido. No hacen estas cosas para Dios sino para ellas mismas; por esta razón, pronto se fatigarán de ellas. Por esta razón, es probablemente mucho mejor que estas personas renuncien por completo a sus devociones.

El problema es este: cuando no han recibido placer alguno de estas devociones, creen que se debe a que han dejado de hacer algo. Esto es un grave error y juzgan a Dios injustamente. La verdad es que las sensaciones que recibimos de nuestra vida devocional son los menores de sus beneficios. La gracia invisible de Dios, no restringida a los sentidos, es mucho más grande y está más allá de nuestra comprensión.

Puede decirse que a través de sus esfuerzos para obtener consuelo, estas almas en realidad pierden su espiritualidad. Porque la verdadera espiritualidad consiste en perseverancia, paciencia y humildad. El pecado de la glotonería espiritual les impulsará a leer más libros y a decir más oraciones; pero Dios, en su sabiduría, les negará todo consuelo porque él sabe que alimentar ese deseo creará un apetito desordenado y producirá innumerables males. El Señor sana a estas almas por medio de la aridez de la noche oscura.

7. Fatigados de los ejercicios espirituales.

Los últimos dos pecados son los vicios de la envidia y la pereza espiritual. A la gente que se imagina que es espiritual a menudo no le agrada oír del crecimiento espiritual de los demás. Todo lo que les importa es que todos los alaben a ellos. No les gusta que esta atención se dé a nadie más que a ellos y querrían que se los reconociera como los más espirituales. Esto se opone al amor, que Pablo dice que se goza de la bondad.

La pereza espiritual surge cuando el placer desaparece de la vida espiritual. Estas almas se fatigan de los ejercicios espirituales porque no obtienen de ellos consuelo alguno, y después los abandonan. Se enfurecen porque se los llama a hacer lo que no responde a sus necesidades. Comienzan a perder interés en Dios porque lo miden de acuerdo con la estatura de ellos, en vez de medirse a sí mismos según la magnitud de Dios. Estas almas son demasiados débiles para llevar las cruces que nos son dadas para ayudarnos a crecer, cruces con las que nos enfrentamos en la noche oscura del alma.

8. Dios obra pasivamente.

Basta con decir, entonces, que Dios percibe las imperfecciones que hay en nuestro interior, y por su amor nos apremia a madurar. Su amor no se contenta dejándonos en nuestras debilidades, por eso nos introduce en una noche oscura. Nos aparta de todos los placeres dándonos tiempos secos y oscuridad interior.

Al hacer esto, él es capaz de quitar todos estos vicios y crear virtudes dentro de nosotros. es por la noche oscura que el orgullo se transforma en humildad, la codicia que se convierte en sencillez, la ira que se torna en moderación, la envidia se muda en gozo y la pereza se cambia en fuerza. Ninguna alma crecerá profundamente en la vida espiritual a menos que Dios obre pasivamente en esa alma por medio de la noche oscura.


[1] Texto obtenido de:
 Foster, R. J. y Smith, J.B. (ed.) (2004). Devocionales clásicos. El Paso, Tx, Editorial Mundo Hispano. pp. 43-47.

martes, febrero 19, 2013

Dios me persigue


¡Jamás podría escaparme de tu Espíritu!
    ¡Jamás podría huir de tu presencia!
Si subo al cielo, allí estás tú;
    si desciendo a la tumba, allí estás tú.
Si cabalgo sobre las alas de la mañana,
    si habito junto a los océanos más lejanos,
aun allí me guiará tu mano
    y me sostendrá tu fuerza.
Salmo 139.7-10 (NTV)

Créanme: no estoy paranoica. Pero he llegado a la conclusión de que Dios me está persiguiendo. ¿Suena loco? Sí, quizá sí, pero algo así pensé y sentí hoy mientras viajaba en el metro.

Desde hace unas pocas semanas me he sorprendido al encontrar ciertas "coincidencias" en los temas que platico con las personas, en mis lecturas y en los recuerdos que evocó. Por ejemplo, mientras estudiaba con una amiga una parte de Colosenses el tema de la reconciliación surgió, cuando el domingo anterior en la clase de la iglesia revisamos el tema de ser pacíficos; hacer la paz también tiene que ver con reconciliarnos y llevar a otros a la reconciliación.

Otro ejemplo: hoy leí en el metro las bienaventuranzas de Mateo 5. Cuando cambié de línea, coincidí con un vagonero que estaba vendiendo un disco que con tenía la Biblia en audio... ¡y el pasaje que puso en ese momento fueron las bienaventuranzas!

Uno más: en este proceso de reflexionar algunas decisiones importantes, mi mamá me dijo el domingo: "déjate guiar por Dios"; y ayer, otra amiga me dijo: "déjate sorprender por Dios". Ambas frases me hicieron recordar esa noche del 2009 en que le pregunté a un hermano mayor acerca de mi llamado a ser asesora: "déjate llevar por Dios". ¡Qué miedo!

Pareciera que cada tópico, cada charla, cada cosa que leo embona, encaja y conforma un todo que todavía no sé que es. Hoy, con el suceso del metro, simplemente le dije a Dios: ¿acaso me estás persiguiendo? ¿por qué lo estás haciendo? ¿qué es lo que quieres?

Y pienso que tal vez me está ayudando a recordar que siempre está conmigo, que Él está presente siempre. Y justo acabo de leer el comentario de John Stott sobre el pasaje de Hechos 6.8-7.60, que narra el martirio de Esteban: este punto del libro de Hechos marca el inicio de la misión mundial, y el discurso de este discípulo indica de manera muy fuerte que la presencia de Dios no se limita a un templo, más bien siempre se ha estado moviendo, ¡es un Dios peregrino que invita a su pueblo a serlo también!

¿Ven? Algo raro está haciendo Dios conmigo. No estoy paranoica, sólo percibo que quiere decirme algo, y posiblemente es tan importante, que está permitiendo que yo viva mi proceso de aprender a escucharlo con más atención, quizá para tener más certeza de se trata de Él y no de mi paranoia.


domingo, febrero 17, 2013

Sintiendo a Filemón

En la obra de teatro en la que estoy participando represento a Filemón. En general, casi no se habla de él en las iglesias, lo que resulta curioso porque la carta que le escribió Pablo es muy corta, pero sumamente compleja.

Es una carta personal, pero que debió ser leída frente a toda la iglesia que se reunía en la casa de Filemón. ¿Qué tiene de especial? Pues que el apóstol encarcelado le presenta una petición poco fácil: recibir de vuelta a Onésimo, un esclavo que se escapó posiblemente tomando algo que no era suyo (dinero, algún objeto de valor... no lo sabemos con precisión). Y no sólo se trataba de recibirle, había que hacerlo como se recibe a un hermano en Cristo, pues él había escuchado del evangelio y convertido al Señor.

¿Por qué era poco fácil? ¡Porque había muchas cosas en juego! En esa época, los esclavos eran propiedad de algún padre de familia, y aunque el tipo de esclavitud era diferente a la que se aplicó a los africanos, sí debían obedecer a un señor. No tenían voluntad ni derechos ni propiedades, eran considerados como menores de edad. Que uno se escapara era grave, y más si el resto de los esclavos seguía su ejemplo. Su dueño podía disciplinarlo en caso de que alguien lo regresara.

Pero aquí hay algo diferente: Pablo le dice a Filemón que Onésimo es ¡su hermano en Cristo y que debe recibirlo! Me imagino que Filemón creyó que Pablo era un manipulador, o tal vez pensó algo así como "¡¿Qué?! ¿Tienes pulgas en la azotea? ¡Túmbate el rollo Pablo! Mi reputación en mi casa y en mi comunidad están en riesgo; y ¿qué pensarán los demás esclavos? ¡Querrán imitarle al saber que lo recibo sin disciplinarlo!". Así es, no era simplemente decirle a Onésimo ¡pásale, estás en tu casa!, implicaba perdonarle y recibirle sin remordimiento ni afán de venganza... ¡a pesar de lo que estaba en juego!

Poniéndome en los zapatos de Filemón imagino que, después de leer la carta (recordemos que fue frente a la iglesia de su casa) se quedó estupefacto, pidiendo esquina o diciendo que necesitaba consultarlo con la almohada. No hubo respuesta inmediata, salvo mirar a Onésimo con cara de no me hables, no me mires, necesito espacio. Tal vez tuvo que salir al parquecito más cercano para darle unas veinte vueltas corriendo... el caso es que necesitó tiempo, necesitaba vivir el proceso de perdón y reconciliación guiado por el Señor.

Yo misma me he sentido así: vas feliz por la vida y ¡zas! Te topas con esa persona, cuya relación se fracturó hace un tiempo; y en realidad, hubieras preferido que no se apareciera de nuevo imaginando que nunca pasó nada. Pero así no funcionan las cosas con Dios: hace falta perdonar y reconciliarte; así como Cristo nos reconcilió con Dios.

Y saber de Filemón y su proceso me anima y me da esperanza porque significa que no soy la única que ha tenido ese sentimiento entripado, esa lucha interior en la cual tus ganas de darle la vuelta al asunto se enfrentan al amor de Cristo que te demanda perdonar. Vaya, que veo que no es fácil pero tampoco imposible.

Seguro que Filemón sí recibió a Onésimo, sino ¿cómo podría haberse conservado esa carta hasta nuestros días?

sábado, febrero 09, 2013

Jesús a los discípulos politécnicos

Ayer tuvimos la megacélula de inicio de semestre. Cada nuevo ciclo escolar, nos reunimos para dar el banderazo y arrancar las actividades correspondientes. En esta ocasión me asignaron dar el mensaje/meditación, y me basé en Mateo 9.35-10.4, pero al estarlo preparando observé que podía hacerle unos ajustes, y aquí está mi versión del pasaje: ¡Jesús mismo le habla a los estudiantes del IPN!

Y Jesús recorría todas las escuelas y los salones del Politécnico, enseñando en los jardines y pasillos, anunciando la buena noticia del Reino de Dios, y sanando todo dolor y desconsuelo. 
Y viendo a los estudiantes, sintió mucha compasión porque vio que estaban angustiados, abatidos, agobiados, desamparados, maltrechos, desalentados, confundidos, deprimidos,  desesperanzados, solitarios y no tenían quien los defendiera y consolara. ¡Parecían un rebaño de ovejas sin pastor! 
Entonces dijo a sus discípulos: Son muchos los que necesitan entrar en el Reino de Dios, pero son muy pocos los discípulos para anunciarles las buenas noticias. Por eso, rueguen a Dios que envíe más discípulos, para que compartan las buenas noticias con todos estos estudiantes. 
Entonces, llamando a sus discípulos politécnicos, les dio autoridad para enseñar, anunciar  el Reino y ser amigos de sus compañeros y compañeras de clase y ser testigos suyos. 
Estos son los nombres de sus discípulos politécnicos...



martes, febrero 05, 2013

Las cosas en las que ando

Sólo paso a dejar "huella y señal" de aquello en lo que me estoy metiendo:

  • ¡Haré drama!
Ok, ya sé que luego hago mis "panchos", pero esto sí es serio. En marzo tendremos la Convención misionera estudiantil VIVE 2013, y estudiaremos la carta de Pablo a los colosenses. Y por ello, se presentará la obra "Autorretrato" del grupo teatral No a nosotros. ¿Y qué creen? ¡Que voy a ser parte de este proyecto!

Esto representa todo un desafío memorístico: soy muy, pero muy perezosa para aprenderme las cosas de memoria, así que me toca hacer un esfuerzo. Me entusiasma un buen la idea, ¡creo que aprenderé mucho!

  • Seré líder en un grupo de más de 50 personas.
En ese mismo evento, estudiaremos en grupos la carta con un método que se llama manuscrito. Me invitaron a colaborar, lo que implica tener un trabajo previo y ayudar a otros a profundizar en el texto bíblico. Ya vi quién será mi co-líder y será genial trabajar con una amiga y hermana mayor en el ministerio. También será un reto estar frente a un grupo numeroso.

  • ¡De nuevo soy alumna en la escuela dominical!
Después de un par de años de preparar y dar clases, ahora regreso al pupitre con un curso que se llama "La mente de Cristo", basado en Filipenses 2.5-11. Requiere leer una unidad por día (de lunes a viernes) y memorizar un versículo a la semana. Como podemos notar, también me obliga a ejercitar mis neuronas, pero lo más interesante es que el Señor me está llevando por un proceso de auto-evaluación. Considero que no es casualidad, dado mi momento de vida y las decisiones que hay que tomar.

  • ¡Estoy a punto de titularme!
En dos días pasaré por los oficios-citatorios que debo entregar a mi jurado revisor; eso significa que la fecha de examen profesional está cada día más cerca. ¡Ya casi, ya casi se termina este peregrinar! Por eso estoy hecha un manojo de emociones, entre la alegría, el miedo, los nervios, la nostalgia... Simplemente es increíble observar que ya, ya estoy a punto de ser licenciada.


Hay otros proyectos dándome vuelta en la cabeza, pero "vamos con calma que llevamos prisa" porque "a cada día le basta su propio afán". El año tiene 365 días, 52 semanas y 12 meses. Apenas se terminó uno. No hay necesidad de correr, pero sí de dedicar el tiempo necesario para avanzar en cada cosa. ¡Ahí la llevo!