martes, abril 30, 2013

Cuando sepas! (prestado)

Lo que publico a continuación fue escrito por mi amiga Grecia (de Tecate); me gustó y le dije que lo pondría aquí (aún no tengo el permiso expreso, pero confío en que me lo dará, jeje!).

Cuando sepas!

Y nunca quise olvidarte, pero me va haciendo falta. 
Cuando sepas de mí, tú disimula. No les cuentes que me conociste, ni que estuvimos juntos, no les expliques lo que yo fui para ti, ni lo que habríamos sido de no ser por los dos. Primero, porque jamás te creerían. Pensarán que exageras, que nada ni nadie pudo haber sido tan verdad ni tan cierto. Te tomarán por loco, se reirán de tu pena y te empujarán a seguir, que es la forma que tienen los demás de hacernos olvidar. 
Cuando sepas de mí, tú calla y sonríe, jamás preguntes qué tal. Si me fue mal, ya se ocuparán de qu te llegue. Y si me fue bien, tampoco tardarás mucho en enterarte, no te preocupes. Intentarán ensombrecer tu alegría echando mis supuestos éxitos como alcohol para tus heridas, y no dudarán en arrojártelo a quemarropa. 
Qué sabrán ellos de tu alegría. Yo, que la he tenido entre mis manos y que la pude tutear como quien tutea a la felicidad, quizás. Pero ellos... nah. A lo que iba. 
Nadie puede imaginar lo que sentirás cuando sepas de mí. Nadie puede ni debe, hazme caso. 
Sentirás lo ilógico de esa pregunta que jamás supo cerrar su signo de interrogación. Sentirás un qué hubiera pasado si. Y sobre todo, sentirás que algo entre nosotros continuó creciendo incluso cuando nos separamos. Un algo tan grande como el vacío que dejamos al volver a ser dos. Un algo tan pequeño como el espacio que un sí le acaba siempre cediendo a un no. 
Pero tú aguanta. Resiste. Hazte el favor. Háznoslo a los dos. Que no se te note. 
Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos felices. Sí, felices. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, -por hacer la lista finita-, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió. 
Nada de todo esto debería dejarte mal. Piensa que tú y yo pudimos con todo. Piensa que todo se pudo y todo se tuvo, hasta el final. 
A partir de ahora, tú tranquilo, que yo estaré bien. Me conformo con que algún día sepas de mí, me conformo con que alguien vuelva a morderte de alegría, me basta con saber que algún día mi nombre volverá a rozar tus oídos y entornar tus labios. Esos que ahora abres ante cualquiera que cuente cosas sobre mi. 
Por eso, cuando sepas de mí, no seas tonto y disimula. 
Haz ver que me olvidas. 
Y me acabarás olvidando. 
De verdad. 
-G.N.-

lunes, abril 29, 2013

Comprendiendo mi profesión en el ministerio

A poco más de dos semanas del examen profesional puedo decir que la vida es un poco distinta: ya no estoy pensando en las correcciones, los trámites, los correos y llamadas a los sinodales; ya no siento frustración por sentir que el tiempo me falta, o por comentarios fuera de lugar (como eso de que no tiene forma de investigación, ¡dah!). La vida continúa, por supuesto, pero es un poco diferente.

¿En qué pienso ahora? En el trabajo. Un compañero de generación me advirtió que vendría el síndrome de abstinencia por no tener ya esa ocupación llamada titulación; pero creo que Dios ha sido tan bueno que me ha mantenido ocupada estos días con nuevos proyectos... y con todo lo que dejé pendiente en el primer trimestre del año: ya regresé a las andadas en Zacatenco, de nuevo tengo reuniones con estudiantes y compañeros de milicia, otra vez hay que planear actividades futuras. ¡Qué alivio estar trabajando!

Pero lo mejor de todo ocurrió hoy mientras cerraba la primera ronda de trabajo en casa, justo antes de comer: lo que hago en el ministerio está relacionado con mi profesión. Sí, imagino que puede sonar sorprendente que yo, a estas alturas, vaya dándome cuenta. Quiero explicarme.

Desde que ingresé a Compa como asesora estudiantil varias personas a mi alrededor ha dicho que éste rol tiene que ver con mi carrera; por lo tanto, estoy ejerciendo. Y yo también lo he visto así, pero sospecho que no me caía el veinte por completo, generando dudas y hasta inseguridad en mi persona. ¿Cómo fue que entendí que sí estoy ejerciendo? Creo que fue una luz del cielo la que me ayudó a hacer click mientras buscaba contenidos para un manual que estamos diseñando para estudiantes que participarán en un proyecto de servicio local. ¿Y tiene que ver con trabajo social? ¡Claro que sí! Parte de lo que hacemos es preparar materiales para capacitar a las personas, y lo hacemos pensando en objetivos, metodologías y tareas. 

Luego, para rematar, recordé el programa de formación que estamos trabajando en el equipo local del DF para capacitar y formar a nuevos asesores. Me toca desarrollar contenidos relacionados con temas globales, con la especialización y la combinación llamado-profesión, y con la elaboración de modelos de enseñanza-aprendizaje. ¡También tiene que ver con mi profesión! ¡Es verdad!

Dios me está concediendo aplicar aquello que aprendí en los cinco años de carrera universitaria en Compa; entonces, sí estoy ejerciendo el trabajo social en el ministerio estudiantil, y ya estoy acumulando experiencia profesional.

Reconozco que me vi lenta, y tardé dos años en encontrar mi profesión en mi labor de asesora, ¡pero ya lo entendí! Gracias a Dios.


jueves, abril 25, 2013

¿Quién fuera discípulo?

Desde hace un buen tiempo cierta canción de Silvio Rodríguez ha rondado en mi cabeza; igualmente, me han acompañado ciertas preguntas acerca de lo que significa ser una verdadera discípula de Jesús. He tenido muchas ganas de escribir sobre éstas, y por puros pretextos no lo he hecho. Esta publicación tiene la intención de -por lo menos- plasmar las preguntas, con la esperanza de que pueda desarrollarlas más adelante.

¿Quién fuera un verdadero discípulo de Jesús? ¡Vaya cosa! El mundo y la iglesia misma nos atiborra de ideas, frases, versículos y demás para "enseñarnos" sobre cómo se es buen cristiano. Y creo que más de una vez he sentido hartazgo y hastío porque seguir las reglas y los estatutos no me llena, no me satisface, no me hace estar plena. ¿Por qué sería? ¿Acaso ser cristiano no es llevar cierta forma de vida diferente al resto del mundo?

Pero, ¿en qué somos diferentes? ¿en que somos abstemios de la gran mayoría de vicios que los mundanos disfrutan? ¿somos diferentes por no tomar, no fumar, no ir a fiestas y no bailar? Bueno, eso también lo pueden hacer las personas que no son cristianas. ¿En qué somos diferentes entonces?

Pienso en la insistencia de Jesús y de los apóstoles en su llamado al amor. ¿Amor? ¡Claro! Las personas buscamos ser amadas y amar a alguien; nos gusta sentirnos especiales y expresar que alguien más es especial para nosotros. ¡Viva el amor! Pero, ¿qué significa verdaderamente, en el fondo, el amor que Cristo enseña? ¿Qué tiene de diferente con el amor que se predica en las telenovelas, en las historias románticas y en las canciones de moda?

También pienso en la obediencia. Tema espinoso en nuestro contexto, cuando se nos impulsa -¡y casi se nos obliga!- a ser libres, tomar las riendas de nuestra vida sin someter nuestra voluntad a nada ni a nadie. ¡Tú eres el capitán del barco! Nadie tiene que decirte cómo vivir, nadie puede definir tu camino; tú eres el centro de tu vida. Y los cristianos decimos que nos sometemos a la voluntad del Padre, ¿y cómo lo hacemos? ¿cómo somos diferentes aquí?

Por otra parte, pienso en el papel de la reflexión consciente en el marco del estudio de la Biblia. Muchas veces he escuchado que somos el pueblo del Libro; y suena muy lindo. Pero, ¿qué significa esto? ¿en verdad le damos a la Biblia el lugar de Palabra de Dios que tanto anunciamos con nuestras bocas? ¿qué implica decir y creer esto? ¿podemos hacerle preguntas? ¿podemos dudar? ¿podemos sentirnos indispuestos o renuentes a escuchar/leer lo que dice? ¿o al considerarnos diferentes del mundo, sólo nos la tragamos tal cual?

Y por último, el tema de la misión tiene su espacio en todas estas preguntas. ¿Qué es la misión? ¿cómo la viven los cristianos? ¿se trata de repartir folletos y señalar al otro como pecador que se quemará en las llamas del infierno? ¿es una actividad que se limita a un día y unas horas? ¿es sólo para unos cuantos? ¿por qué la misión nos hace diferentes al resto del mundo?

Bien, ahí están las preguntas. Debo obligarme a escribir sobre cada una, no sólo a pensarlas en mi cabeza. Que el Señor me ayude a entenderle y a escucharle sensiblemente.


martes, abril 23, 2013

Quién fuera - Silvio Rodríguez




Estoy buscando una palabra
en el umbral de tu misterio.
¿Quién fuera Alí Babá?
¿Quién fuera el mítico Simbad?
¿Quién fuera un poderoso sortilegio?
¿Quién fuera encantador?

Estoy buscando una escafandra,
al pie del mar de los delirios.
¿Quién fuera Jacques Costeau?
¿Quién fuera Nemo, el capitán?
¿Quién fuera el batiscafo de tu abismo?
¿Quién fuera explorador?

Corazón obscuro,
corazón con muros,
corazón que se esconde,
corazón que está dónde,
corazón en fuga,
herido de dudas
de amor.

Estoy buscando melodía
para tener como llamarte.
¿Quién fuera ruiseñor?
¿Quién fuera Lennon y McCartney,
Sindo Garay, Violeta, Chico Buarque?
¿Quién fuera tu trovador?


P.D. Por esta canción voy a terminar leyendo "Veinte mil leguas de viaje submarino" de Julio Verne. ¡Ya lo encontré en mi casa!

lunes, abril 22, 2013

No me he olvidado de ti

No creas que me he olvidado de ti.
No te olvido, ni te hago a un lado.
Te tengo muy presente, cada día.

Te pienso.
Cuando camino,
o cuando cruzo la calle;
cuando escucho a Drexler,
o a los Cranberries.

No te olvido ni te hago de lado.
Te pienso y le pregunto a Él.
¡Le pregunto por que no sé qué hacer!
A veces los recuerdos me traicionan
y me hacen retroceder.

Aún no te conozco del todo.
Por eso me sorprendo casi por todo.
Y me siento como María:
guardando todo en su corazón;
reflexionando y observando.

¿Pero sabes?
Me resulta difícil guardar la paciencia.
¿Cómo hacerlo si no sé si debo guardarla?
¿Cómo hacerlo si tus palabras me afirman como mujer?
¿Cómo hacerlo si tu silencio es un enigma para mí?

Creéme cuando te escribo que no te olvido
ni te hago a un lado.
Es sólo que desearía saber si tú me olvidas o no.

Pequeños apapachos para reconocerle

He tenido que hacer una pausa en mi estudio de Romanos. En la mañana me quedé frustrada porque me faltó tiempo para escribir algo acá, pero ahora lo hago pensando en lo que estoy leyendo, en lo que he escuchado y en lo que he reconocido como pequeños detalles que Él tuvo a bien tener conmigo en las últimas dos semanas.

En primer lugar, quiero aclarar que no me siento como la hija preferida; no lo soy. Pero sí me siento como pequeña que recibe cuidados tiernos y amorosos. Lo malo es que no siempre soy consciente de ello y me quedo en mis berrinches y quejas; entonces, si aún recibo algún beneficio es por gracia y porque el Señor es misericordioso con esta pobre y torpe oveja. Él es fiel a pesar de mi inconstancia.

¿De qué detalles hablo yo? Son cosas simples, cotidianas que las últimas dos semanas han sucedido y hasta ahora me hacen click. Por ejemplo: que pudiera comer dos veces helado, gracias a la generosidad de mis amigos. O que, después de tener antojo de barbacoa para celebrar la titulación y no poder armarla, mi abuela nos invitara a su cumple para comer justo eso con toda la familia. O que, superando la distancia intercontinental, pueda tener el consejo y consuelo de mi mejor amiga usando un celular con conexión a internet. O encontrar que soy parte de una congregación local que tiene cuidado de mí y se alegra conmigo por el término de la etapa universitaria. O que yo sea consciente de que algunos miedos y complejos ya no tienen lugar en mí. O descubrir que algunos de mis sueños pueden construirse teniendo paciencia y confianza en el Señor. O que me encuentre deseosa de escribirle en nuestro diario para contarle lo que me ocurre, ya sin desidia ni flojera. O recibir por las mañanas, recién me despierto, ideas muy concretas que clarifican más los próximos pasos a dar.

Yo no sé, pero el Dios en el que he creído siempre logra sorprenderme y maravillarme en los pequeños detalles. Y eso no lo hace pequeño: ÉL ES UN DIOS GRANDE. Tan grande, que no le importó tomar forma de siervo para acercarnos a Él; tan grande, que no consideró que caminar entre nosotros fuera un problema; tan grande, que desde antes de la fundación del mundo pensó revelarse a nosotros por medio de Su Palabra para que le conociéramos y camináramos con Él.

¿Qué debo hacer yo al respecto? Ser humilde, y reconocer que nada de lo que tengo lo merezco. Ser agradecida, porque todo lo que tengo viene de Él. Ser responsable, porque todo lo que me ha dado es para ser usado a favor de Su Reino y su justicia. Y seguir buscándole, seguir escuchando Su Palabra, seguir preguntándole, seguir en el Camino.


domingo, abril 21, 2013

Tres generaciones


Ahí están dos mujeres de quienes he heredado no sólo el apellido:
también las anécdotas, los consejos, ese afán por tener todo en orden, 
lo sobreprotectora y un poquito del carácter.
De la primera especialmente he recibido como herencia lo emocional,
lo bailadora y esa peculiar inquietud por ayudar.
De la segunda heredo lo meticulosa, la disciplina, lo juguetona y la risa a carcajadas.
Las amo y las admiro.

sábado, abril 20, 2013

Sólo tú

Sólo Tú, Señor, sabes lo que pienso.
Sólo Tú conoces lo que siento.
Sólo Tú entiendes bien lo que me ocurre.

Por eso, sólo Tú puedes reconfortarme y
devolver mis ojos a lo que tengo por delante.

Sólo Tú, Señor, sabes perfectamente lo que hay en mi corazón...

Te necesito...


viernes, abril 19, 2013

Obligándome a cerrar el día escribiendo

Ya se está acabando el día y siento la necesidad de escribir, aunque sea un poquito, lo que pasó por mi cabeza/corazón. Estoy obligándome (literalmente) a hacerlo, pues esta tentación de quedarme tirada en la cama mirando el techo y quejándome del calor de mi habitación es muy grande. Pero ya, lo intentaré y haré un esfuerzo extra antes de clausurar la jornada.

¿"Tenía que" ir a esa feria de posgrados? Francamente, fui sabiendo que no siento la urgencia por entrar a una maestría, y por lo tanto, fui sin la expectativa de encontrar el hilo negro de mi destino. Desde hace algunos días, el asunto de tomar la decisión tomó un giro interesante, que incluyó pensar el posgrado en mi ciudad de origen. No me cierro a moverme -ni me aflige ni me asusta-, pero quedarme empieza a ser una opción seria. Seguramente eso influyó mucho hoy. Por supuesto, toparme con las siglas "UACJ" me sigue emocionando hasta el grado de pedir los informes que ya conozco (lo que me valió una bolsita con suvenires).

¿En verdad la maestría debe intimidarme tanto? Vaya, tengo este terrible prejuicio sobre la investigación y el ambiente académico acartonado; desde no sé cuándo miro hacia arriba a los que ostentan grados académicos y diplomas y cosas de esas que se cuelgan en la pared de una fría oficina. Pero ¿en serio debo tomarlo así? Recorrer stands, mirar folletería, escuchar el ofrecimiento de las becas (tal vez no había pensado lo importante que resulta eso ¡ocupamos dinero para vivir!), recibir plumas y cositas así me hizo preguntarme si meterse a la maestría es "tan grave" como pensé. Al final, me convencí que nada pierdo con intentar y meter papeles donde me interesa. Total: mi vida no será más ni será menos por intentarlo.

¿Por qué todavía disfruto estar entre los estudiantes? A veces bromeo y digo que paso tiempo con ellos para robarme un poco de su juventud. Pero lo cierto es que no puedo evitarlo: tener un llamado me lleva a cumplirlo sin resistencia, sin que me obliguen. ¿Acaso no han visto lo que generan las risas genuinas de un estudiante universitario? ¿acaso no se han percatado lo honesta que es su fe? ¿acaso no han observado cómo brillan sus ojos ante un nuevo descubrimiento o al comprender algo nuevo? ¡Es un milagro de la Vida! Es la evidencia más tangible del obrar de Dios en sus corazones. Es un privilegio ser testigo de todo esto, ¿o qué he hecho para merecer disfrutar de las maravillas que Dios hace en las vidas de otras personas?

¿Ya viste que no pasa nada si usas falda? Creo que desde la secundaria que no pasaba más de ocho horas en falda. Ha sido un GRAN logro moverme por la ciudad y el metro vestida así. Primero, porque mis complejos ¡puf! ya no están; segundo, porque descubrí que sí se puede y hasta es saludable en esta época de calor. Me siento como niña pequeña recibiendo su estrellita en la frente (je!).

Listo. Escribí algo sobre mi día, haciendo el último esfuerzo en medio del cansancio causado por la actividad y el calor.

Dios es bueno, y agradezco infinitamente que me permita reconocerlo en lo cotidiano. Caminamos juntos.

jueves, abril 18, 2013

En el camino

Señor,

Vamos caminando juntos. Tú me miras, yo miro mis pies y cómo se mueven uno tras el otro, dando pasos. Yo pienso las preguntas que me asaltan cada mañana antes de levantarme, y tú sonríes. Me conoces lo suficiente como para saber que en el fondo de mi corazón sigo sintiéndome como una niña pequeña descubriendo el mundo.

Señor, caminas conmigo. Siempre. No importa lo que yo sienta, o lo que mi imaginación traicionera quiera hacerme creer: siempre vas caminando conmigo. Ya sea que vaya por Zacatenco o por Reforma, ahí vas conmigo cruzando las avenidas, los corredores y los jardines; disfrutando los árboles, escuchando los gorriones o admirando el cielo de esta inmensa ciudad. 

Señor, camino contigo. Quizá no siempre. Te confieso que no siempre es fácil, ni sencillo, ni simple. Seguir tus pasos a veces me requiere abrir la zancada, a veces ir más lento, a veces correr aunque mi condición es pésima. Caminar contigo siempre resulta un desafío y una confrontación: al conocerte más me conozco a mí misma y entiendo que tengo mucho por aprender, mucho por renunciar, mucho por negar. ¡Pero en verdad lo intento, en verdad procuro hacerlo! Lo sabes Señor. Tú sabes que te amo.

Señor, me fascina caminar. No sólo como práctica cotidiana para trasladarme de un lugar a otro, también porque he descubierto ese espacio para la conversación, para el silencio, para observar, para reflexionar... Para descubrirte en los pequeños detalles comunes que ya pocos tienen en cuenta. Para ser quien soy sin temor al juicio o a la crítica, para ser sincera contigo. A ti también te gustaba caminar en las aldeas, entre las personas, con tus discípulos, ¿no es así? ¡Sabes de qué te hablo!

Señor, sabes que quiero caminar aunque a veces los pies duelan. No siempre entiendo la ruta que me marcas, ¡a veces ni siquiera sé qué hay unos metros delante! O peor aún: a veces sí sé que es lo que hay enfrente y me niego a avanzar. Pero en el fondo del corazón, de mi ser, quiero caminar. Ya llevamos cuatro años caminando así; y a cada encrucijada que llegamos y que no dices claramente dónde sigue el camino, puedo sentir el mismo temor por tener que decidir. Como ahora, que estoy mirando los diferentes caminos posibles, alzando el cuello desde la orilla, tratando de visualizar lo más que se pueda y verificar qué tan bueno puede ser. Pero estoy miope y tengo la vista cansada... ¿no podrías darme más pistas?

Señor, gracias porque me encontraste en el camino y me invitaste a caminar contigo. Gracias porque esa permanencia en el camino no depende de mi sentir o de mi imaginación: depende de ti. Gracias porque el trayecto venidero tú lo conoces y te quedas conmigo para transitarlo ¡porque tú quieres que yo lo transite! Gracias porque eso me da confianza y me anima a dar los pasos necesarios en medio del temor y el miedo.

¿Quieres que caminemos un rato, Señor?


miércoles, abril 17, 2013

¡La Biblia no es propaganda!

Estoy leyendo un libro cuyo título llamó mucho mi atención: Cómete este libro. La idea que desarrolla Eugene Peterson aquí es que la Biblia no sólo debe leerse: debe comerse. Es decir, debe ser meditada pero no como un ejercicio espiritualoide que nos haga levitar, sino meditarla con todo: boca, dientes, garganta, articulaciones, brazos, piernas... Es decir, la meditación bíblica implica obligadamente asimilar la Biblia y su mensaje, así como nuestro organismo y sus células asimilan los alimentos que comemos diariamente.

En lo poco que llevo de lectura, he encontrado cosas bien interesantes que me obligan a detenerme, hacerme preguntas y ser honesta conmigo misma: ¿cómo leo la Biblia? ¿cómo enseño a otros a leerla? ¿cómo he pensado que debe leerse? ¿qué consecuencias pienso/creo que debe tener en mi vida la lectura de la Biblia?

En esta ocasión quiero transcribir y compartir una porción que habla específicamente sobre la propaganda, una de las formas que le hemos dado a la Biblia (tristemente). Me sacudió la parte final del párrafo, porque menciona que la propaganda y la mera información reducen a las personas a bienes materiales... ¿hemos hecho algo así? ¿nuestra forma de comunicar y enseñar la Biblia reduce a nuestro prójimo a un bien material que puede ser usado a nuestro antojo?

Acá va la porción:

Estas palabras dichas o escritas en una metáfora de comer, son palabras que podemos libremente ingerir, gustar, masticar, saborear, tragar y digerir, y tendrán en nosotros un efecto muy diferente que lo que nos afecta externamente, sea en forma de propaganda o información La propaganda impone la voluntad de otro sobre la nuestra, intentando manipularnos hacia una acción o creencia. En la medida que somos movidos por ella, nos rebajamos como el títere en la mano del titiritero escritor/orador. No hay dignidad, ni alma en un títere. La información reduce las palabras a la condición de un simple bien material que podemos usar como queremos. Cuando las palabras se quitan del contexto original del universo moral y de la relación personal para ser utilizadas como armas o herramientas, tal materialización del lenguaje reduce tanto al que habla como al que escucha, en un bien material. (p. 25)


viernes, abril 12, 2013

Recuerdos en medio de la amnesia post-examen profesional

Sigo eufórica. Es decir, el efecto de la adrenalina sigue haciendo lo suyo en mi organismo. Muestra de ello es mi amnesia temporal: no recuerdo bien qué fue lo que dije hoy en mi examen profesional. ¿En verdad ya pasó? ¡Sí, ya terminó todo!

Lo poco que mi memoria puede visualizar son las personas que estuvieron presentes ahí, en el lugar; pero también aquellas que me escribieron mensajes de ánimo, aquellas que estuvieron orando por mí, aquellas que sufrieron conmigo el proceso desde el inicio y que ahora, junto conmigo, se alegran porque ha concluido.

También recuerdo las sonrisas de los estudiantes que estuvieron presentes y que me dieron fuerza y valor para la exposición inicial. Confieso: me sentí muy nerviosa; pero toparme con sus miradas me permitía estar segura de mi identidad: soy parte de una comunidad porque fui adoptada; puedo decir que SOY, porque fui incluida en una gran familia cuyo centro es el mismo Señor y la misma fe.

Igual tengo presentes los abrazos y las palabras al momento de esperar la deliberación, porque representaron signos concretos del amor de Aquel que me encontró perdida entre los pastos de la universidad hace cuatro años. De nuevo me descubro amada, no porque tenga un título universitario, sino por la gracia que me hizo doblar las rodillas ante un Señor resucitado.

Además, vienen a mi mente los momentos de soledad previos al examen: caminar por CU con música de fondo, mirar el cielo reconociendo la gloria de un Dios que no fue ajeno a nuestro dolor y desamparo; ¡encontrar un arcoiris! como para recordarme que todo este tiempo Él ha estado presente y que me acompañaba en el gozo y los nervios por algo que jamás había vivido.

Recuerdo esa sensación de nudo en la garganta al pensar en la ausencia de papá. El trabajo lo dediqué a su memoria, como queriendo decir a todos que él también es parte de esto, aunque ya no esté ni lo vuelva a ver. No es que me enaltezca a mí misma, pero sé que él se hubiera sentido orgulloso de mirar a su Monty concluir la universidad.

Se acabó. Terminé la Universidad. Cierro una etapa que fue crucial en mi vida, no sólo porque tuve que luchar por encontrar mi vocación o porque me equivoqué terriblemente; fue crucial porque me encontré con Jesús, el que me miró y tuvo misericordia de esta joven pecadora; fue crucial porque ese mismo Jesús me llamó a seguirle para siempre.

Ahora sólo puedo decir:  Gracias. Gracias. Gracias.


viernes, abril 05, 2013

De nuevo los ojos puestos arriba

Voy cerrando la semana con la sensación de que mis manos no son suficientes.

Aquí estoy, teniendo conciencia (de nuevo) de que soy muy vulnerable y frágil.

Las alegrías y las penas causan que broten lágrimas de mis ojos.

La soberbia de quienes creen tener poder sobre los demás me indigna y enoja, y me frustra mi incapacidad para hacer algo al respecto.

La desigualdad y la injusticia me duelen.

Mirar cuán vulnerable soy a las tentaciones sutiles, aquellas que parecen inocentes, me asusta y me entristece.

Reconocer que el temor y las dudas sobre mi identidad siguen presentes, paralizándome, me hace sentir débil e indefensa.

¡No soy autosuficiente! No lo soy... jamás lo he sido.

Él, nuevamente, con ese tacto que lo caracteriza, me hace mirar al Calvario, a la Cruz. De nuevo los ojos puestos arriba buscando consuelo, fuerza, esperanza...

Entonces recuerdo que mi existencia no toma sentido alguno en lo que yo pienso, hago o siento sino en Él, en su voluntad, en su Palabra, en su Cruz.

No logro ser autosuficiente. Soy libre para dejar de intentarlo. Soy libre para depender. Sólo así soy verdaderamente libre de estas ideas y sentires que acontecieron en la semana...